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El Huracán Marco

por Gente de Básquet
10 de julio de 2021
in #Overtime, Especiales, Slide
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El Huracán Marco
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El tren pasó a principios de los ‘2000. Y Marco Maccari, que era un jovencito surgido de Bahiense del Norte, no se trepó. O no le habían reservado el pasaje. Y las ganas de traspasar fronteras, en ese entonces inclinadas hacia su carrera basquetbolística, le quedaron atragantadas. Mientras tanto continuó ligado a la anaranjada, pasó por Villa Mitre, Estudiantes y fugazmente por Velocidad. También tuvo un trabajo bastante peculiar en el aeropuerto Comandante Espora, junto a sus amigos y también basquetbolistas Damián Carci y Francisco Fuster. Transcurrieron 19 años. Y volvió a oír ese característico silbato de la locomotora. Esa vez, sí, ni lo dudó y se subió. Ya con la compañía de Sofía y siendo padre de Vito (6 años) más un plan familiar en mente, se decidió a llenar las valijas y volar de acá. Actualmente reside y trabaja en el Caribe, más precisamente en Playa del Carmen (México), donde alquila el departamento de un puntaltense. ¡En un par de años allí, ya atravesó dos huracanes!

Marco Maccari (35 años) integró la camada ’86 de Bahiense del Norte, una de las tantas exitosas de esa institución en cuanto a las divisiones formativas.

Pero fueron pasando los años y, como muchos más jugadores, debió ir a buscar su chance en otros clubes. También, vio pasar de cerca algunas posibilidades de emigrar que se esfumaron en el horizonte, hasta que llegó la etapa de salir “volando” a buscar el dinero para poder sustentarse y colaborar en casa.

“Paco Fuster era el vicepresidente de una empresa del aeropuerto y Pancho (su hijo y ex jugador) me dijo que buscaban gente. Ahí estuvimos con Damián Carci, en un trabajo del que no tenés cómo prepararte antes. Es algo que se aprende sobre la marcha y me dio la oportunidad por 7 años. Estuvo muy bueno, es algo ‘loco’ trabajar con los aviones, nunca lo hubiera pensado. Éramos operadores de rampa, los encargados de cargar, descargar y de la señalización de la pista. Fue mi primer trabajo importante”, reconoció el Narigón, amén de pasar sus vicisitudes y hoy estar viviendo una realidad diametralmente opuesta en México.

-¿Te fuiste bien de ahí?

-Me sirvió para conocer las dos campanas. Porque éramos empleados públicos, parece que estás muy tranquilo y en el mejor trabajo del mundo, pero vivíamos con la intriga de que el gremio siempre nos amenazaba con que “mañana nos iban a echar”… Y así todos los días, durante seis de los siete años que estuve. Y así te tienen agarrado, como no hay mucho laburo disponible… Eso pasa solo en Argentina. Acá (en México), si ahora viene el dueño y me dice que no me quiere más, no hay ningún problema. Ya mañana o pasado estoy trabajando en otro lado. Acá trabajo comisión, sin plata fija y te parece algo desesperante, pero después te das cuenta de que se puede. Porque acá se vende. La gente tiene para gastar y lo quiere gastar, eso genera chances.

Chau básquet, chau Bahía

-Ordenemos un poco. ¿Después del aeropuerto como siguió todo?

-Cuando esa empresa cerró en Bahía Blanca, me dieron una plata y me pregunté: “¿Qué hago? ¿Me pongo un negocio o me voy al carajo?”. Ya me había quedado caliente en la época de Pocha Coleffi, ¿te acordás?…

-Sí, sí, claro…

-Fueron esos años donde él se llevaba muchos jugadores para Italia… Era mi cuenta pendiente. Y a ésta no la dejé pasar. Con la otra me quedé con las ganas, pero con ésta no… No lo dudé y me vine. Acá estoy, hace dos años, en el Caribe.

-¿Cuándo habías dejado de jugar?

-Dejé de jugar… (piensa). Tenía 28 años y ahora tengo 35, hace siete años. ¿Tanto? No, pará, que tuve un intento con Velocidad en 2018 (ya había estado en 2006-2007). Después dejé y me alejé totalmente. Más que mirar partidos de NBA, no hago…

-¿Te casaste?

-No estoy casado, pero sí estoy hace siete años con Sofía y tenemos a nuestro hijo Vito de 6. Se llama así, como Vito Corleone, espero que este sea más bueno (risas). El nene es bahiense. Mi chica es de Puerto Madryn, pero vivía en Bahía, estudiaba diseño de interiores y ahí la conocí. Ya estamos en un plan familiar total.

Cuando pase el temblor

-¿Y cómo se dio de irte a México?

-Mi primer compañero de la escuela primaria (Gabriel Díaz Chiesa) está viviendo acá, en México, hace como 10 años. Y siempre que volvía a Argentina me contaba de cómo era todo, de la vida acá, de los beneficios y la diferencia económica. Cuando se me termina el trabajo en el aeropuerto, casi era el momento en que se venían las elecciones que ganó el kirchnerismo la última vez. Y ese fue el último empujoncito que me faltaba para tomar la determinación… Ya se veía venir el “cataclismo”. Y había que afrontar eso, porque salir a buscar trabajo junto a una crisis económica, no es la mejor idea. Y teniendo un hijo, por ahí hay que priorizar el tema económico…

-Te dio una mano grandísima tu amigo Gabriel.

-¡Seguro! Cuando estuvimos decididos, él nos dijo que tranquilamente nos podría hospedar un tiempo, hasta que consiguiéramos algo, porque sabía que trabajo íbamos a conseguir automáticamente, porque su mujer es la gerente de una empresa de cremas. Así que venirnos a México, con un lugar para vivir y casi con trabajo asegurado, la verdad que fue una ayuda muy importante. Aparte, tenía mi indemnización y podíamos bancarnos un año y pico.

-¿Él ahora está cerca de ustedes?

-Primero vivió en el Distrito Federal y cuando hubo un terremoto muy grande, se vino para el Caribe. Y ahí me terminó de cerrar todo. Porque mi idea de mudarme a México, era para venir para el lado de las playas.

-Tonto no sos (risas). ¿En qué ciudad estás?

-(Risas) Estoy en Playa del Carmen. Lo que más me gusta es que está todo el mundo en esta zona. Impresiona lo cosmopolita. Esta es la parte menos mexicana de todas… Encontrás gente de todo el mundo, todo el tiempo. Eso es un golazo. Es una ciudad que está creciendo a un ritmo impresionante.

-¿Es tipo Mar del Plata?

-No, es mucho más chica. Acá hace 20 años no había nada, solamente dos calles…

-Más parecida a Monte Hermoso, ¿entonces?

-Claro, en un momento era como muy parecida a Monte Hermoso. Hay una carretera que te conecta a Cancún, con Playa del Carmen, con Tulum… De esa carretera, para el lado de la playa, es todo muy chiquito y te podés manejar caminando. De hecho, no tengo auto. Para el otro lado, hay cantidad de barrios residenciales, creció muchísimo y siguen construyendo a pasos agigantados.

-¡Estás en un lugar super lindo y turístico!

-¡Sí, claro! Ahora, lo que está más de moda es Tulum. Pero siempre tiene lo suyo tanto Playa del Carmen como Cancún. Igualmente, al principio nos pasó de todo, llegó la pandemia, vinieron los huracanes…

-¿¡Qué!? ¿¡Cómo fue eso!?

-Sí, el año pasado sufrimos dos huracanes. Cuando llegamos, lo más loco fue que vimos un departamento que nos gustó. Hablamos con gente de una inmobiliaria mexicana y nos dijeron que el dueño de ese departamento es un argentino, que quizá hablando entre nosotros nos podíamos entender mejor. Bueno, le dije, genial, quiero hablar con él. Cuando estamos charlando con el muchacho, le pido la red y contraseña del wifi, que es la misma para todo el edificio. Y me dice: “Fíjate solo, si sos de Bahía Blanca, te vas a dar cuenta”. Entonces, la busco y la encuentro: la red figuraba como “Punta Alta”. Resulta que el dueño no solamente es argentino, sino que es ¡puntaltense! (risas). No lo podía creer… Se llama Miguel Miralles.

-¡Qué chico es el mundo! Vos le dijiste que eras un ex basquetbolista bahiense y al hombre le agarró un espasmo (risas).

-(Risas) Él de Punta Alta se fue hace mucho. Le preguntaba cosas porque tiene más o menos la misma edad de Tati Canutti y Marcos Polchi, compañeros que tuve en Bahiense, pero no los conocía demasiado… Se fue hace muchos años de allá. Acá tiene un boliche muy conocido, con onda argentina, que se llama Santino…

-¿¡Y cómo atravesaste los huracanes!?

-En esa misma charla, le consulto qué onda con los huracanes. Y me dijo que esté tranquilo, que en 15 años que él lleva acá solamente vivió uno. Que es muy raro que pase… Así que, sí, me quedé tranquilo, pero a los meses llegaron tres tormentas tropicales y dos huracanes…

-¿Y cómo los vivieron?

-La verdad que tranquilos. Es como que la gente no se vuelve muy loca, compra cosas para comer y se queda unos días en su casa.

-¿Pero se les movió todo?

-El primer huracán fue de categoría 4. Imagínate que, aunque no sepas nada de huracanes, ya te asusta solamente con eso, porque la categoría más brava es la 5. ¡Pensé que nos borraba a todos del mapa! Pero, cuando tocó tierra, se hizo de categoría 2 y nos pasó medio de costado, por Puerto Morelos, que está pegado acá. No se sintió demasiado. Igual, nos fuimos a la casa de mi amigo Gabriel, que queda más alejada de la costa y para estar más a resguardo. Pero ni siquiera se nos cortó la luz ni internet.

-¿Y el segundo?

-El otro vino, aproximadamente, al mes y era categoría 2. Dije, “bueno, si el primero no lo sentimos, éste va a ser más light…” Pero no. Este sí vino de frente y estuvo más intenso el tema. Pero no la pasamos mal para nada, no me puedo quejar… Es uno de los temas de vivir en el “paraíso”, que dos por tres se vienen estas tormentas.

Todo en orden

-¿Entonces ya tenés vivienda y trabajo?

-Exacto. Laburo en un local de la quinta avenida, donde pasa toda la parte más comercial. Los copiaron un poquito a los yanquis…

-¿De qué laburás?

-En ventas. Ahora, estoy con artículos de Gopro: cámaras deportivas, de buceo, skate, máscaras, snorkels… Laburo hay muchísimo y está muy desregulado también, muy informal. Podés trabajar solamente a comisión, como yo… Entonces, trabajo siempre hay. Llegás y al otro día estás trabajando. Por ahí no con las condiciones como en Argentina, que necesitás los aportes y todo eso…

-¿Desde que llegaste tuviste ese trabajo?

-No, hace cuatro meses que laburo acá. Antes también estuve con los tratamientos para la piel y una plataforma educativa tipo Netflix, que se llama escoolar.com (con doble o) que es de otro argentino. Otra falencia que tenemos los que venimos de nuestro país es que no sabemos hacer muchas cosas. Y, acá, si sos pillo, vas aprendiendo y te va a ir bien.

-¿Cobrás en dólares?

-En pesos mexicanos, pero al cambio son alrededor de 500 dólares, que es poco porque el turismo no está como siempre por ahora… Acá se maneja el peso mexicano y el dólar más o menos igual forma. Si no fuera por la pandemia, normalmente tendría que estar cobrando mucho más. Trabajo casi ocho horas, más o menos.

-¿Tu señora también trabaja y el nene va al jardín?

-Sí, el nene va, pero ahora no está haciendo presencial. El jardín es muy lindo y bilingüe. Mi señora trabaja en ventas en esa empresa de tratamiento para la piel, con cremas, que se llama Oro Gold, es una empresa israelita. Acá hay mucho israelita, cantidad de argentinos por todos lados, sobre todo cordobeses y después italianos, de todo…

-¿Cómo trata el mexicano al argentino?

-Muy bien, no nos podemos quejar. El problema son los idiotas que vienen para esta zona, hay sobre todo mucho argentino agrandado y cancherito, pedante… Eso es lo que después hace hablar mal de todos nosotros… Pero el trato en cuanto a mi familia y a mí, es excelente. No tuvimos problemas con nadie. Viste que después vienen las generalizaciones, pero no es así… Hay mucha gente como para decir que “los argentinos son…” o los “mexicanos son…”.

-¿No estás ni un poquito arrepentido de estar tan lejos?

-La verdad que no. Obviamente que extraño a mi familia y a mis amigos que están allá, en Bahía. Pero en cuanto a lo económico es mucho mejor, hay más oportunidades para todo el mundo y el clima ayuda mucho. Mientras no trabajes al rayo del sol, que te prendes fuego literalmente, acá vivís en bermuda todo el año. Cuando es invierno, te pones un bucito. La mejor noche del verano de Bahía, que es una en el año, acá son todas así, vivo a diez cuadras de la playa… Entonces todo eso hace que esté bueno y sea cómodo. Igual siempre uno quiere otra cosa, en cuanto te acostumbras a algo, vas buscando otra cosa. Nadie dice que estemos toda la vida acá, pero de momento estamos muy bien. Siempre viendo en qué se puede ayudar a la familia y me parece que una buena manera es esta, haciéndolo desde otro país.

-¿Todavía no regresaste a Bahía?

-No. Empecé a hacer la ciudadanía italiana, ya tengo toda la carpeta hecha en el consulado, pero como siempre te dan las cosas para 6-7 meses en adelante… Así que calculo que cuando la gestora nos diga que tenemos el turno por allá, me pegaré una vuelta, como para hacer ese trámite.

-¿Tu idea a futuro es irte para Italia?

-Hay que ir viendo, no lo sé. Quiero tener esa posibilidad y dársela también a mi hijo, porque con ese pasaporte podes entrar a EE.UU como al patio de tu casa. Yo no hablo ni una palabra de italiano, pero tengo varios amigos en Europa.

Picado internacional

-¿Es cero básquet por ahí? ¿No hiciste unos tiritos?

-Acá no hay mucha movida deportiva. Es una ciudad donde hay muchas cosas por hacer, está muy verde. Hay algún club que otro, pero es todo muy amateur. Lo que sí hay son canchitas de básquet de cemento y buenos aros al aire libre. La gente va y juega en la calle, se ponen buenos, hay nivel, porque acá te caen serbios, lituanos, rusos… Hay que ver con quien te toca jugar.

-¿Estás siempre al tanto del básquet local?

-Sí, lo sigo más que nada porque hablo mucho con Fabri Piccinini, Zangla, Gentili… Estoy conectado con esa banda de amigos de Bahía y estamos en un grupo donde hablan y, quieras o no, te vas enterando de las cosas que están pasando. Noto que está muy exacerbado allá, que no dejan jugar por ahora…

-¿Los mexicanos ya saben que sos primo de Manu Ginóbili?

-No, no lo comenté demasiado. Sí a íntimos, pero tampoco tanto.

-¿Tenés contacto con él?

-No, muy poco. Pero siempre fue así la relación con la familia. Me entero más cosas por Raúl (Maccari) o por mi viejo, pero contacto directo no tengo. ¡Hay muy buena onda, eh! Las veces que lo vi tuvimos buena onda, de hecho lo admiro, pero no me relaciono con él cotidianamente.

-Digo, porque ahora no están muy lejos…

-Es cierto, de hecho acá viene mucha gente de Texas. No es por nada en especial, pero nunca mi familia tuvo demasiado contacto con Manu. Ya te digo, es un ídolo total para mí, pero no tuvimos demasiado contacto nunca. Esa es la verdad.

Contra viento, marea y huracanes, Marco Maccari apostó a salir de Argentina y dio en el blanco.

Tags: Bahiense Del NorteEstudiantesVelocidad y ResistenciaVilla Mitre

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