Si tengo que empezar a contar este viaje, tengo que empezar por el principio. La sorpresa y la idea de mis papás de viajar junto a mi hermana al mundial del deporte que tanto amamos en la familia y que ambos practicamos a lo largo de nuestra niñez y adolescencia. Sin dudas que sin su idea y su sponsoreo jamás hubiésemos llegado hasta aquí.
De Buenos Aires a Madrid, aunque primero de Bahía Blanca a la Capital y después si 12 horas eternas de vuelo. Para colmo cambiar de horarios, sobre todo biológicos, pero nada complicado para tanta ansiedad. Párrafo aparte también para Emilia, desde que supo que veníamos, siempre estuvo a disposición nuestra (desde taxi, pasando por guía de turismo, hasta alojarnos). Llegamos a Madrid y a un mundo nuevo para nosotros, viejo para el mundo.
Unas pocas horas nos alcanzaron para caminar bastante y además conocer el Estadio Vicente Calderón, casa del último campeón de la Supercopa Española, el Atlético de Madrid. Un almuerzo fugaz y una nueva aventura por delante, metro en la Capital Española y tren hasta Sevilla. Cero inconvenientes.
A la llegada a Santa Justa, había que aprenderse el camino en escasos minutos que brindaba el WiFi Gratis de la estación. Veinte primeras cuadras perfectas, les regalo caminar por el Barrio Santa Cruz y encontrar el Hostel, pero llegamos.
Ducha y a recorrer y conocer. Cena en el bar de enfrente. Cervezas y tapas (varias) pero lo sorprendente era que nos llevaran la cuenta en la barra anotando con tiza. Impecable y con ganas de repetir enseguida.