Uno a veces viaja con todo planeado para no desperdiciar el tiempo o quizás para saber que es lo que pretende hacer. El día 5 pensábamos ir a Marbella, pero terminamos en Málaga. El día 8 fue algo parecido, pensábamos dejar el hostel y a la siestas partir hacia Madrid. Pero Diego y Amparo nos propusieron ir a conocer Cádiz y luego viajar en colectivo a Madrid durante la noche. Sinceramente, mejor idea imposible.
Varios me habían dicho que Cádiz era muy lindo y que debía visitarlo. Por eso tras analizar la situación y el presupuesto, y ver que era favorable, tomamos la decisión. Arrancamos bien temprano, hicimos las valijas, desayunamos y arrancamos. Primero sacamos pasaje en el cole, para asegurarnos de que nos ibamos a poder ir, y después si emprendimos el camino hacia la estación de trenes.
Llegamos justo para agarrar el de 10:45 y en una hora y cuarenta estábamos en destino. El problema: no sabíamos donde estaban Diego, Amparo y Santi. Cero conexión a WiFi, pero sabíamos que el punto de encuentro era alguna playa, así que de última caminariamos un buen trecho. Pero coincidencias de la vida, los encontramos antes de lo previsto.
Unas playas hermosas, pero caminamos hasta encontrar la que nos gustó. Pasamos todo el día en el mismo lugar, bajo la sombrilla o bajo el sol, como si no viniera de la playa y no sabría que el sol del medio día es el que más quema. Ahora estoy rojo como la camiseta de Independiente.
Unas horas antes de emprender el regreso a Sevilla, recorrimos el resto de las playas, el Castillo de San Sebastián y el casco histórico. Tan o más lindo que Sevilla.
Cádiz-Sevilla. Sevilla-Madrid. El domingo contra Brasil, el sábado es nuestros descanso.