El sábado no aprovechamos tanto la mañana… bah, la aprovechamos durmiendo. Nos habíamos acostado tarde y como el desayuno era hasta 11.30 podíamos dormir tranquilos. Esta vez si que salimos sin destino fijo, íbamos recorriendo las calles, mirando y sin apuros. Por allá divisamos el Castillo y empezamos a subir, obviamente tratando de acertar el camino, hasta que llegamos.
Suerte la nuestra, que no hicimos la fila enseguida y dimos unas vueltas por ahí antes de sacar la entrada, que ni bien ingresamos enganchamos la visita guiada en español. Como en casi todos lados, nos hicieron descuento para estudiantes. Si alguno esta interesado en ir chequee antes lo de las visitas, están incluidas con el ticket de ingreso y se dan en español, portugués e inglés. Y son una gran posibilidad para no solo conocer la historia del Castillo sino también la de Lisboa y del mismo Portugal.
Luego del recorrido, de aproximadamente 2 horas, visitamos el museo y las partes que aun nos quedaban recorrer. Sacamos un par de fotos y emprendimos la bajada. Pasamos por el super y fuimos a almorzar (sandwiches) a la Praça do Comercio, ahí pasamos un largo rato mirando el río, la gente y charlando un poco.
Cuando se hizo la hora indicada para volver a buscar la valija al hostel, arrancamos, no sin antes comprar algunos recuerdos. Caminamos por última vez las calles del Chiado y fuimos bordeando el Tejo hasta llegar a Santa Apolonia, la estación de trenes. El viaje se hizo largo e incómodo, pero se pudo dormir. Muchas paradas y mucha gente, pero es una buena forma de ahorrar una noche de hostel y un pasaje en avión. Ya estamos en Madrid, esperando la final y por disfrutar las últimas horas de este hermoso viaje.