El personaje de hoy es Jorge Almendra. Más conocido como el Loco o el Negro. Fue un distinguido masajista y kinesiólogo del deporte bahiense hasta los ’90. En el Leandro Alem campeón del ’80, comenzó a forjar una fuerte ligazón con Hernán Montenegro. De hecho, el ex centro de 2m07 le obsequió un automóvil. La relación con Alambre o Pichu, como lo apoda nuestro protagonista, es casi de padre a hijo. Y se prolonga hasta el día de hoy, comunicándose prácticamente a diario. Cientos de historias y anécdotas confluyen en Almendra, cuya alocución fluye por más de una hora. Casi sin desperdicios. Eso sí, le anticipamos a ustedes, los lectores, que no seremos tan respetuosos con la cronología porque la figura no lo permite. Lo intentaremos. Su historia, rica por donde se la mire, invita al desorden.
Jorge Almendra (67) nació el 15 de noviembre de 1953. Pero no en Bahía Blanca. Aunque se considera un bahiense más.
“Soy mendocino, como los grandes boxeadores campeones: Nicolino Locche, Pascual Pérez, Hugo Corro, Pablo Chacón…”, tiró.
“Me vine a Bahía Blanca a los 4-5 años. Hice la primaria en el Hogar del Niño, en Villa Rosas. Luego pasé a la escuela Nº30”, siguió su relato el marido de Betty Strack y padre de cuatro varones: Rodrigo (47), Alejandro (42), el “Colo” Julián (39) y Gerson (30).
“No hace mucho estuvimos en Mendoza. Soy fanático del Tomba (Godoy Cruz) y fui a arreglar las cuotas de socio. Ahora se pusieron las pilas y terminaron el estadio, aunque la gente no puede ir. Cuando puedo viajo porque el terruño tira, pero son 1000km. También tengo familia en Santiago del Estero. ¡Son 1500km!”, exclamó Almendra, quien comenzó sobre ruedas a dedicarse a la relajación de los músculos.
“Aunque te parezca mentira, arranco como masajista en el speedway. Era la época de Cacho Curzio, más los extranjeros. Y también estaba en el fútbol de Pacífico, con el hermano de Pepino Borello. El DT era Perico Pérez, que había sido arquero de River”, recordó Jorge.
“Ahí me vino a buscar Zamponi (Alem), que andaba con Matías Ferreras. Entonces, lo consulto a Perico: ‘vos sabés que me vinieron a buscar de Alem, para el básquet, pero yo ni idea del básquet…’. Me dice: ‘boludo, agarrá, que son cinco nada más. Menos para masajear’. Justo Alem organizaba un viaje a Chile y me alentó a ir: ‘¿Cuándo vas a conocer Chile?’. ¡Andá!?, me decía. Y tenía razón”, afirmó riéndose.
“El DT era Coco Ferrandi y el Bomba Zamponi el ayudante. De básquet no entendía nada, ¡pero las gambas son todas iguales…!”, añadió con una carcajada.
¿Alambre, Pichu o Loco?
De ese modo, Almendra integró el plantel que obtuvo el título local de Primera más valioso de la historia. Aquel que pobló a la ciudad de basquetbolistas extranjeros. Y el verdirrojo disfrutó de la mejor dupla: Gerald Cunningham y Lewis Linder.
En ese preciso momento, el año 1980, casi sin saberlo Almendra-Montenegro forjarían una conexión de amistad tan fuerte, que se extiende hasta el día de hoy. Son unidos como una piña.
“Un día se me acerca un pibito, flaquito. Era Montenegro con apenas 13 años. A mitad de cuadra había un kiosco famoso de ‘La Turca’. Y me dice: ‘¿Le voy a comprar puchitos?’, ‘Dale, andá Pichu’, como le digo desde chiquito”, fue el primero de tantos días de charlas, mateadas en el vestuario y trasladadas hasta su domicilio.
“Tenía una motoneta y lo llevaba al Barrio Rucci, donde vivía. Un día me dice: ‘usted sabe que cuando llegue a la NBA no va a andar más en esa motito. Porque usted se va a venir conmigo’… Le contesto: ‘dale, dale, cebá mate que te hizo mal el cigarrillo Alambre, porque al principio le decíamos así’”, rememoró Almendra, entre tantos recuerdos.
“En esa época era difícil conseguirle zapatillas. Imagináte, en el ’80, un pibe que ya calzaba 43/44 no era fácil… Al final, después de tanto, se las conseguí. Y él siempre recuerda agradecido: ‘Mi primer par de zapatillas me los consiguió el Negro’”, se emociona quien muchas veces tuvo que enderezar el camino por el cual transitaba Hernán ejerciendo una figura paternal.
“Le daba de comer en mi casa y, pasados los años, pusimos un negocio. Pero tuvimos que cerrarlo porque todos los amigos iban a comer de arriba. Los eché a todos. Me odiaban los amigos (risas). Les decía frutillas: porque se juntaban con la crema y se creían que eran ricos”, comentó Almendra entre carcajadas, para dar paso a una dura anécdota cuando Hernán estuvo inmerso en cuestiones que no sumaban nada en su vida.
“Con un vino encima Pichu ‘divagaba’ y era una de las peleas que teníamos continuamente. Un día lo estoy llevando al Barrio Patagonia, donde vivía. Freno el auto de repente, lo hago salir y arrodillarse. Yo tenía un calibre 32. Se lo doy y le digo: ‘gatillá, dale, ahora. No quiero que sigas así, no hagas sufrir a más a nadie. Gatillá y se terminó’. ¿¡Sabés con la cara que me miraba!? Por supuesto que se lo di sin balas…”, revocó Jorge provocando escalofríos…
Corazón de elefante
Almendra jamás se despegó de Montenegro. Así como disfrutó y lo acompañó en las buenas, estuvo a su lado en las más feas, que es cuando realmente se valora una comunión con el otro.
“’El único que me puede decir algo en la vida es el Negro y yo bajo la vista’, lo he escuchado decir”, agrega Almendra.
“Se sabe que cayó en una puta desgracia y rogaba porque saliera. Nadie le dio una mano. Ahora empezaron a llamarlo todos. Él tiene el corazón de un elefante. Es así y va a morir sin un mango. Siempre le decía a Checho (García) que no le gritara. Porque es como un perrito: si lo acaricias va todo ok, pero si lo pateás, cagaste… Si lo llevabas bien, se mataba por vos en la cancha”, señaló quien siempre debió bregar con el ego y el orgullo de un Montenegro que debió atravesar algunas etapas negras.
“El día que falleció el papá, en el entierro le saqué la pala al tipo y le dije a Hernán: ‘hacelo vos, ya que te llevas el mundo por delante’. Se me caía el alma. Me decía: ‘mirá qué desgracia, se me va mi viejo’. Le contesto: ‘No es desgracia. Medís 2m10 y no sos empleado de banco… No tenés mala suerte en la vida, vos te la buscas’. Siempre recuerda que le di 4-5 cachetazos en la vida que no se los pegó nadie”, nos sorprende diciendo Jorge.
“Nunca le pude seguir el tren, no podía dejar mis trabajos. Hace un ratito le mandé mensaje, ahora está para el lado de la TV. ¿Sabés lo que lo cargo? Me cagaba de risa en Masterchef, pero cocina bien, no es ningún boludo”, subrayó.
El nexo con Beto Cabrera
Durante la estadía de Almendra en Alem, Alberto Pedro Cabrera transitaba el ocaso de su carrera. Tuvieron idas y vueltas:
“En un partido en Alem se lesiona Beto, que había tirado para 24 y hecho 22, algo así. Lo llevan al vestuario y lo voy a ver, porque en esa época no había médico. Yo no lo conocía. Me decías Beto Cabrera y ni idea… Lo reviso y le digo: ‘Lo que usted tiene es un desgarro. Se desgarró el bíceps crural. Si quiere seguir, lo infiltro y va a jugar porque le voy a adormecer la zona. Pero le aclaro que, si termina el partido, el desgarro de 2mm se convertirá en 10mm. Ahí empezamos a entablar una relación”, mencionó Jorge.
“Luego me pide para ir a Estudiantes. En ese interín, también Leche Merlini me llamó para El Nacional. Le había dicho a Beto que iba por cierta plata. Pero Merlini me dio $300 más y pasé a El Nacional (año 1984). ¡En esa época era un mercenario yo! Me dabas más y listo. El Nacional estaba en la B. Estuve dos Ligas con Pasetti, Reiner, Calvo, Oso Núñez, Leche, Mofle Horvath, Pachetti y un americano solo (Mack Hilton) que había sido guardiacárcel en Norteamérica”, reconoció Almendra.
“Ahí Beto estuvo un año sin saludarme, me miraba desafiante. Años después volvió a llamarme y estuvimos mucho juntos. Éramos el agua y el aceite. Él pensaba una cosa, yo otra y punto”, aseguró quien también integrara varios seleccionados bahienses y de Provincia.
Aquel milagroso Pacífico
Los masajes en camilla también llegaron al enjundioso elenco verde.
“Estuve con Pacífico (1985-86-87) cuando perdimos las semifinales contra Atenas, en Tres Arroyos. Me acuerdo que a Richotti le vendaba las dos manos, porque el huequito que se le formaba le daba una seguridad tremenda para tirar. Igual, uno de los mejores era el zurdito De Battista. Era una gotera. Estaban Ariel Rodríguez, Ferrini, Susbielles era un cachorro, De Mayo y jugábamos sólo con Forrest. El Pechuga estaba de coordinador. Un día le cortaron la luz a Pacífico, fue a conectar, dio vuelta el medidor y a entrenar (risas)”, expresó Jorge.
Buscando a Frederick
Uno de los mejores foráneos en la historia de Estudiantes en la Liga Nacional, fue Alvin Frederick. Aunque hubo un trasfondo en su llegada:
“El mejor negrito que vi fue Eugene Lewis (Olimpo), que lo trajimos con Hernán de Venezuela. A Alvin (Frederick) lo fui a buscar yo a Chile. Cuando pisó Bahía, enseguida desapareció. Averigüé que se había subido a un Honda blanco. El DT que lo vino a robar era Carlos Iglesias, que dirigía a Unión Española, había sido asistente de Beto y después dirigió a Estudiantes. Lo llamé a un primo mío que era comisario en Río Colorado y me dijo que había pasado un auto as,í con un negro arriba. Lo fuimos a buscar a Temuco con Juan Carlos Amodeo. Cruzamos la cordillera en un R12. A Alvin lo encontramos en una avenida, hablamos con Iglesias y lo trajimos de vuelta a Bahía”, expuso Almendra, quien trabajó en el albo de 1988 a 1992.
¡Feliz Navidad!
Ustedes que están leyendo, ¿pretenden saber si a Almendra le quedaron más amistades en el básquet?
Con este relato, la respuesta llega sola:
“Si armo un grupo de amigos, a morir están conmigo Merlini y los Allende. En un momento yo estaba ‘muerto’, sin un mango en el bolsillo. Y un 24 de diciembre llegó a mi casa el Leche con cajas llenas para comer y regalos para los nenes. Y el 1º de enero me llevó algo similar Marcelo Allende. ¿Cómo me voy a olvidar de esos gestos? Es imposible”, confesó quien también es profesor de golf.
Magic Johnson lo quiso
El bagaje de historias y experiencias de Almendra, es gigantesco. ¡Llegó hasta tener feeling con el mismísimo Magic Johnson!
“Acompañé a Magic Johnson (1994) cuando vino de gira a Argentina. El Loco me cargaba: ‘Hay millones de personas que quieren estar con Magic y a vos te toca masajearlo’. A Magic lo entendía más o menos. El que manejaba el equipo era un suizo y me tradujo que Magic tenía locura conmigo, me quería llevar con él (risas). Me decía ‘doctor Alimendra’. Me regaló la camiseta, la sudadera… Pero no me hubiera ido. Yo jugaba al béisbol profesional y en 1972 me quisieron llevar a Puerto Rico, pero no me quise ir… Ese año conocí a mi señora y estamos juntos desde entonces”, apuntó quien también trabajó con Julio Toro Díaz y el seleccionado de Venezuela.
¡Velocidad cumple!
Otra de los recuerdos de Almendra que generó estupor, fue el casi desconocido dato de que Montenegro vistió la azulgrana de Velocidad y Resistencia.
“Era el club que más cumplía en Bahía. Ese año estuve con un colega tuyo: David Roldán. También Borelli, Pons, el Gringo Dialuce… Y el técnico era Hugo Ponzieri. Velocidad jugó unos amistosos en Coronel Suárez y lo fui a buscar a ‘Pichu’ para que nos reforzara. Le aclaré que plata no había, pero que iba a comer y a tomar como un animal. Así que lo convencí y nos fuimos. En vez de redes, los aros tenían cadenas. Hernán terminó con los antebrazos lastimados de tantas volcadas…”, tiene presente Jorge.
Subí que te llevo
El Negro y el Loco compartieron muchísimo en la Liga Nacional.
Y en el Estudiantes modelo 1991, finalista contra GEPU, Jorge nunca avizoró el gran gesto que tuviera para con él Hernán Abel.
“Estábamos en Buenos Aires y cerca había una exposición de autos. En un momento, notaron que yo faltaba del hotel y el Loco dijo: ‘No se preocupen, no se va a perder. Debe estar mirando los coches viejos que le gustan’. Era la época de los Peugeot 504. Por ahí lo veo a Hernán y empezamos a dialogar”, relató.
-¿Qué estás mirando, Negro?
-¡Ese Rambert, mirá lo que es!. Y era el auto de la custodia de Isabel Perón que estaba en esa muestra”.
-¿En serio te gusta?
-¡Si! No sabés lo que es, motor de Torino y le empecé a explicar los detalles porque a mí me gusta la mecánica. Yo tenía un Di Tella. Bueno, el tema quedó ahí. Nos volvemos a Bahía. Cuando voy al entrenamiento veo uno, igual, en la puerta de Estudiantes. ¡No entendía nada! Ahí Hernán me llama al vestuario y me dice:
-Tomá, ahí tenés las llaves del auto que te gusta parado afuera. Te lo regalo.
-¡Te podés imaginar, saltaba de alegría! Y los hdp de los jugadores, se me subieron arriba del capó, del techo, eran como diez… ¡Me van a romper los amortiguadores, les gritaba! (Risas) Dimos una vuelta a la manzana todos… Ese auto era una belleza.
El propio Hernán Montenegro, se encargó de poner blanco sobre negro en un emotivo audio.
“Negro querido. Yo nunca te regalé nada. Te devolví un poquito del montón que me diste, tanto vos, como Betty y tu familia. Vos me cuidaste. Esta es nuestra historia. Entonces, no hay deuda de nadie. Los amo, los llevo en el alma siempre y los recuerdo. Creo que si algo tengo como virtud, es la memoria. Y a cada persona y, especialmente a ustedes, los llevo en mi corazón, los quiero muchísimo. Están siempre presente y es algo que no debo perder. Hoy estoy en un punto donde mucha gente piensa que estoy en la subida de la ola y toda esa pavada… No, no, estoy más adentro mío que nunca y recuerdo a toda esa gente que me ha hecho muy bien. Quiero que lo sepan. Te amo y te adoro, Negro.