De chico, Mariano -nacido en 1980- siempre se destacó en Bahiense del Norte. Posteriormente, inició su derrotero como profesional, recalando en diferentes plazas ligueras. Hasta que, con apenas 29 años, decidió apartarse de ese mundillo. Y tiró el ancla en su Bahía Blanca natal. Allí fue Liniers el que primereó, sin pensar que su estadía se prolongaría por los siguientes ocho años: totalizaron cinco finales, incluyendo las copas de 2010 y 2014. Hasta que la opción de colgar las zapatillas dio vueltas por su cabeza durante un par de años. Y la concretó el 1 de diciembre de 2017. Ahora, cambió el chip. Disfruta de su trabajo, sus tiempos y busca estar lo más distante posible del básquetbol.
“Ya me olvidé de cómo era hacer una nota. Estoy en la peluquería, tengo turno pero hay uno adelante mío… Hagámosla ahora”, tiró Mariano Pizzo en la semana, después de otra ardua jornada laboral.
Es otro Mariano Pizzo.
Quedó en el pasado verlo vestido de short y la camiseta negra y blanca. Desde aquel 1 de diciembre de 2017, en el que se despidió oficialmente atendiendo a la prensa chiva.
“Gracias por estos 8 años. Aprendí a querer al club, vine con un prejuicio muy grande y me trataron de la mejor manera. Armamos un buen grupo de personas”, manifestó El Negro en dicha ocasión.
Próximo a cumplir 41 años el 22 de septiembre, Pizzo extirpó su chip del básquetbol.
Casi cuatro años atrás, se sintió lleno de este deporte. Pleno.
Supo disfrutar las mieles en diferentes niveles nacionales, locales y también sobreponerse a lo menos lindo.
Su cabeza no daba para más. Su carrera ya la hizo. Y dejó una huella.
Ahora “volvió” a vivir. A disfrutar de sus tiempos, gustos y horarios.
-¿Hiciste un balance de tu carrera?
-La tengo que dividir en dos. La parte profesional y la local, cuando me vine definitivamente a Bahía. La verdad es que no me puedo quejar, porque hice lo que me gustaba durante bastante tiempo. Y le saqué el máximo provecho.
-¿Te quedó algo pendiente?
-No, no tengo nada para reprocharme. Hice lo que pude, si hubiera podido hacer algo más, podría haber llegado más lejos. Pero, dentro de mis limitaciones, traté de exprimirlas. Y dentro de las ganas que tenía, porque dejé mi etapa profesional a los 28 años y me volví a Bahía a buscar otras cosas. Durante ese tiempo, lo disfruté bastante y no me quedó nada pendiente.
-¿Nunca tuviste la oportunidad de jugar en el exterior?
-No. Para cuando me llegó la ciudadanía italiana, siete años después, ya no tenía más ganas…
-¿Cómo fue eso?
-La saqué en el año 2000, en el boom, y me llegó en 2007. Ahí ya estaba con la mente en volver a Bahía y no pensaba en irme.
-¿Te quedó la espina de probarte afuera, sea en el nivel que sea?
-En esa época, vivía con Mario Ghersetti en Gualeguaychú y él me insistió a sacar la ciudadanía. A esa edad y en ese momento, hubiera sido lo ideal. Cuando ya tenía 27 no estaba mal, porque uno está más maduro, pero mi cabeza y mis planes rumbeaban para otro lado. Capaz que hoy sí lo haría, hablando con el diario del lunes. Ahora, allá en Italia, tengo primos y amigos que te hacen tener ganas cuando te cuentan sus experiencias. Pero no iba a pasar más de ahí, de una experiencia. No era que iba a hacer una gran diferencia, ni basquetbolística ni económica.
-¿Cuál fue tu mejor año en lo profesional?
-Por ahí cuando estuve en San Martín (Corrientes), en el TNA. Ahí ya era grande, tenía más protagonismo, me sentía más cómodo conmigo mismo, con confianza… Y los resultados, la ciudad más el grupo humano que se formó, lo hizo fácil todo el año. No todo se basa en los resultados, porque he estado en otros lados donde los resultados no se dieron y la temporada se hacía amigable. Como también al revés. Pero sos un profesional y tenés que llevar todo acorde a eso.
Te quiero, Liniers
-¿Por qué a los 28-29 años decidiste retornar al torneo local?
-Mi último año como profesional fue 2009-2010 en Gimnasia (LP). Después, por cuestiones personales, me puse a evaluar un montón de cosas. Ya era grande, diferencia no iba a hacer y lo proyectos pasaban por otros lados. Ahí me encontré con los chicos de Liniers y me convencieron de quedarme acá.
-De chico, habiendo sido formado en Bahiense del Norte y teniendo en cuenta la rivalidad, ¿te hubieras imaginado terminar siendo un baluarte de Liniers?
-En su momento, había pica. Había un par de camadas que siempre nos cruzábamos y se ponía bueno. Si me hubieras preguntado varios años atrás, si me imaginaba terminar mi carrera en Liniers, te hubiera contestado que no. Efectivamente, te decía que no. Pero las cosas se dieron así…
-Desde que pegaste la vuelta, te anclaste en la avenida.
-Fueron 8 años. Nunca cambié. Ellos fueron fieles conmigo y yo le fui fiel a Liniers.
-Y obtuviste dos títulos: en 2010 y 2014.
-Sí. Y tengo uno más con Bahiense (1997). Con Liniers ganamos el primer título cuando apenas llegué y el otro en 2014, cuando estaba Piru López de DT y con mi amigos Santi Torre y Fabri Starc.
-¿Durante toda esa época, a principios de cada año, entre ustedes percibían que muy probablemente las finales serían contra Villa Mitre?
-Cuando a mí me va a buscar Bachi Allende no estaba muy empapado del torneo local, más allá de lo que leía. Entonces, me llaman y me dicen: “che, mirá que la rivalidad es con Villa Mitre”. Pero no creía que fuera tan fuerte. De hecho, con los años se reforzó. Pero, sí, a principios de temporada siempre veíamos cómo se habían reforzado ellos y nosotros. Siempre éramos más o menos los mismos jugadores, más allá de que aparecía algún colado en los planteles. La temporada te llevaba a que, muy probablemente, las finales fueran contra Villa Mitre. De hecho, en los ocho años que estuve chocamos en cinco finales.
-¡Cómo te gustaban y disfrutábas esos partidos!
-¡Sí! Estaban super buenos, como también el ambiente y lo que la gente de Villa Mitre y Liniers llenaban la cancha de Estudiantes. Nunca hubo un problema, salvo esa vez que se armó una trifulca (2014). Pero yo vivía cerca de Estudiantes. Me iba y volvía caminando, incluso cruzándome con gente de Villa Mitre y nunca tuve dramas con nadie.
-¿En alguno de esos años recibiste llamados del tricolor?
-¡Sí! Recibí llamados de Villa Mitre, de Bahiense… Pero, como te decía, a mí Liniers me fue a buscar en un momento en que estaba medio a la deriva. Me trataron muy bien y conocí gente muy buena del club. Entonces, la primera opción siempre era escucharlos a ellos. No tardábamos más de 5 minutos en arreglar la continuidad.
-¿Tu idea es de alguna forma seguir ligado a Liniers?
-Me han consultado de cuando tenían que hacer algún cambio o algo así. Estoy ligado a mi manera, porque voy al club a saludar, al gimnasio y ahí veo a Mauri (Vago) y a los chicos. Más que eso no. El básquet es como que cumplió un ciclo en mí y quiero saber lo menos posible.
Bordeando el parquet
-¿Terminaste enojado con Lista, la ABB y la Selección?
-No sé si enojado… En su momento jugamos un partido preparación en Punta Alta. En la primera jugada atacan ellos, la pierden, la recuperamos nosotros, nos caímos al piso con Agalupe y me pegó un codazo en las costillas. Tuve que salir. Cuando terminó el partido, se fueron todos (los dirigentes) y me fui hasta el hospital. Al otro partido con Bahía no pude jugar y después todos se olvidaron. Aunque sea, esperaba un “che, ¿Cómo estás?, ¿Podes jugar?” A raíz de eso, también estuve afuera en un par de partidos con Liniers. Por eso el club, de ahí en más, pasó a decidir por nosotros y no nos cedía a la Selección. Y lo respetaba porque era el que me pagaba. Así que hacía lo que el club decidía.
-¿Te costó mucho dejar la actividad?
-No, porque fue un proceso que hice durante dos años. No es que me levanté un día o fui a entrenar y dije “chau, no quiero jugar más”. Ya estaba estable en el tema del laburo y llegaba muy cansado a la noche. Entonces, empecé a pensar que en algún momento se iba a acabar. No fue de un día para el otro. Lo fui procesando y procesando y se lo fui anticipando a amigos, dirigentes… De hecho, cuando les comuniqué el retiro, no me creían. Me decían: “Bueno, ya vas a querer volver en junio, te esperamos”. En junio les dije que no. “Bueno, tal vez en agosto”, insistían. Y también les dije que no. Fue como que entendí que el ciclo basquetbolístico estaba cumplido. Y así lo siento. Pero hasta el día de hoy me siguen buscando.
-¿No agarraste nunca más la pelota?
-Fui un par de veces con amigos de Pueyrredón que tenían un equipo en la LAB, pero no me gustó mucho. Necesitaba un espacio para despejarme de todo lo que es el básquet. Entonces, más que nada, después de 18 años de jugar descubrí el tiempo. Salía de entrenar a las 23/23.30 y me perdía cumpleaños, asados… Ahora quiero disfrutar de las cosas que en los 38 años anteriores no pude hacer.
-¿Pero salís a correr o vas al gimnasio?
-Sí, sí. Con el tema de la pandemia salgo a correr y, cuando estaba habilitado, iba al gimnasio. De hecho estoy mejor físicamente ahora que cuando me retiré. Bajé 10 kilos.
-¡No lo digas muy fuerte!
-(Risas) ¡Claro! Cuando me preguntan si estoy para volver, les contesto que: “Sí, pero no tengo ganas” (risas).
-¿Con la banda de amigos siempre están en contacto?
-Sí, cuando se puede, nos juntamos con el grupito de la peña basquetbolística. Ya armamos el equipo de retirados con Santi Torre, Zangla, Starc y Radavero. Y el Mamo (Zalguizuri) también, que está en el grupo de los chicos de Pueyrredón. Ahora no disfruto de jugar, sino de ir a ver partidos junto a ellos, desde afuera y sentir lo pasionales que son.
-¿Te ves como entrenador?
-No, nunca estuve interesado en dirigir. Por eso te decía que cuando se termina, se termina todo.
Fotos: gentileza prensa Liniers y Guillermina Torre.