Damián Figarra es otra persona. Le cambió su existencia de punta a punta. Está totalmente diferente a lo que recordamos de él, cuando pisaba nuestros parquets. Acá, está identificado con Pueyrredón. Y la vida le hizo un giro, para bien, de 180º. Transcurrieron 11 años. Desde ese tiempo, el medanense se encuentra radicado en Oceanía, está casado con Nikola y disfruta de su primogénita Lola (14 meses). Su ciudad actual es Byron Bay, un municipio costero del estado de Nueva Gales del Sur, en el sureste de Australia. Ese destino turístico es famoso por sus playas, lugares para practicar surf y submarinismo. Tato se dedica a comercializar tablas electrónicas. Y para despuntar el vicio, a los 38 años continúa jugando en torneos amateurs. Y levantó la Copa en varios. ¡Ah!, sobre los kiwis, nunca tuvo nada que ver… ¡Se derrumba uno de los mitos instalados en el mundillo del básquetbol!
“De Pueyrredón me fui a Velocidad, a los 20-21 años. Y ganamos el ascenso (2005): estaban el Tola (Escudé), Munz, Larracharte… Después me pasé a Whitense, donde estuve 2-3 años. Y volví a Pueyrredón hasta el 2010, que dejé de jugar y me fui a Nueva Zelanda”.
Este primer relato de Damián Figarra, nos permite oficiarlo como mojón de la última imagen que tenemos de él como basquetbolista en Bahía Blanca. Y, también, como para contextualizar qué ha sido de su vida en lo sucesivo, propiciando un cambio diametral, que lo transportó a Oceanía en vuelo directo. Hace ya once años…
-¿Cómo fue que llegaste allá?
-Estaba estudiando Turismo en la UNS. Y me picó el bichito de viajar. Iba a hacer una visa “working holiday” para irme a Estados Unidos. Y, cuando me propuse averiguar, me dijeron que la de Nueva Zelanda era mejor y que podía estar hasta un año. Entonces, apliqué, pero perdí el cupo y no obtuve la visa… Igualmente, ya tenía todo planeado, preparado y me fui igual, con una visa de turista de tres meses.
-Así comenzó todo.
-Claro. Y ahí también fue cuando conocí a la que hoy es mi señora (Nikola), en 2010 y en Nueva Zelanda. Estuve tres meses allá y me volví a Argentina por un mes y medio más o menos. Siempre estuvimos en contacto con Nikola, hasta que quisimos probar de tener una relación y no tenía nada que perder yéndome allá. En mayo de 2010 retorné a Nueva Zelanda y me quedé. Me encantó ese lugar y estuvimos 4 años y medio. Ahora, hace 6 años que estamos en Australia.
-¿Cosechaste kiwis o es un mito?
-(Risas) No, nunca, eso lo inventó (Claudio) Palermo y yo como que le seguí la corriente…
-¿Y es cierto que hiciste algunos trabajos de modelaje?
-Sí. Quería probar algo nuevo y buscar aventuras. Estuve haciendo algunas cosas como modelo en Nueva Zelanda y también trabajé de extra en algunas películas. Eso de la actuación, fue hace como 6-7 años atrás.
-¿Cómo se dieron esas oportunidades?
-Mi señora Nikola tenía una amiga que trabajaba en una agencia de modelos y me puso en contacto con ellos. Como yo tenía un look diferente a los gringos de acá, a ellos les servía. Era lo que estaban buscando.
-¿Había carteles con tu imagen en la calle?
-Sí. Tenía uno, con una publicidad, en el aeropuerto de Nueva Zelanda… Como también en varios videos de Youtube.
-¿Qué otros trabajos tuviste?
-¡Hice de todo! En Nueva Zelanda trabajé de techista, haciendo paredones, pintando… Después entré en una empresa de autos para alquilar: empecé limpiando los autos, de a poquito fui creciendo y llegué a tener mi oficina de gerencia. Ahí fue cuando me ofrecieron trabajo en Australia y nos fuimos para Sydney en 2014.
-¿Ahora estás con los motorhomes?
-Sí, bah, en otro pueblo trabajé con motorhomes, pero ya hace casi dos años. Son como las casillas rodantes… Recién vendimos la última que hicimos y ahora estamos haciendo renovaciones de a poquito. Estoy trabajando en una empresa de tablas de surf que andan por arribas de las olas y son electrónicas, tablas de concepto se le llaman. Es muy loco.
All in english
-¿Qué sabías de inglés antes de irte?
-Había hecho un curso acelerado de tres meses. Lo que me ayudó es que me junté con gente local y, si bien siempre había algún argentino dando vueltas, trataba de estar con gente que hablara inglés. No te queda otra que aprender o aprender: la música, el deporte, la televisión e ir a trabajar todos los días, hasta con mi señora, todo es en inglés… Viví con gente que hablaba en inglés.
-Casi que te olvidaste de hablar en español.
-Bueno, ahora practico hablándole en español a la nena. También hablo todos los fines de semana con mi familia. Esas son todas las veces que hablo en español, sumado a que tengo un amigo colombiano acá. Después es todo 100% inglés.
-¿Has vuelto a Argentina?
-Dos veces. Estuve en 2013, que fui a que conozcan a mi señora y también en octubre de 2019, antes de que surja esta pandemia.
Con la pelotita
-¿Hiciste algo de básquet en todos estos años?
-Sí, en Nueva Zelanda teníamos un lindo equipo y ganamos un par de torneos locales amateur. Después, en Australia, también jugué en Sydney y acá en Byron, en 2018, también ganamos un torneo. Byron es como Bahía: todos los pibes quieren jugar al básquet. Es un pueblo de 15.000 habitantes donde todos juegan. Los sábados a las dos de la tarde, pagás 7 dólares para ir a jugar y tenés 40 tipos jugando. Les encanta. Ahora están muy embalados porque ven a Ben Simmons, Patty Mills y todos los australianos que están en la NBA. La Liga de básquet de acá es la tercera considerada en el mundo, después de la NBA y de Europa. Los “negros” que no firman en esos lados, se vienen acá. La liga es fuerte y atlética.
-¿La ciudad tiene un equipo que los representa?
-Tengo que viajar dos horas para ver algún partido. Y, la verdad, que por un cuestión u otra no he ido nunca. Lo que pasa es que son dos horas de ida, dos de vuelta… En Nueva Zelanda sí fui un par de veces.
-De Médanos a Australia, ¿te lo hubieras imaginado?
-No, ni sabía que esto existía. Me acuerdo de estar sentado con Federico, un chico que conocí viajando, en el puerto de Oakland diciéndonos: “mirá si nos pudiéramos venir a vivir, está re lindo”. Y once años después estoy acá, con mi casa, casado y una nena.
-Me imagino que deben ser envidiables los paisajes y pocas las preocupaciones diarias.
-¡Sí! Acá la mejor época es el invierno, donde hace 20º, te podés ir todo el día a la playa y te bañás en agua calentita. Nunca cierro el auto con llave, hay mucha seguridad… Toda la gente tiene trabajo y no hay necesidad de robar. Si te lo proponés, trabajas a la mañana, a la tarde y a la noche en lugares diferentes.
-¿Tu señora trabaja?
-Ahora tuvimos a Lola y está de mamá y ama de casa. Ya trabajó mucho antes y es tiempo de estar con la nena.
-Por allá, ¿en qué etapa están de la pandemia?
-Acá está bien controlada. Cuando hay 3-4 casos, se cierra todo. La última vez creo que hubo 20 casos en todo un país de 27 millones de habitantes… Ahora ya podemos viajar a Nueva Zelanda y, de a poquito, se va a abriendo. Acá es más fácil controlarlo porque son islas, no hay fronteras. Cierran el aeropuerto y es más fácil.
No olvida las raíces
-¿Cuál es tu idea a futuro?
-Creo que la base va a ser en Australia. Pero cuando a Lola le toque ir a la escuela, quiero llevarla a Argentina, quedarnos allá un año o algo más. Quiero pasar un tiempo en Médanos o en Bahía. Pero quiero que Lola vaya a la escuela que fui yo: la Sarmiento (primaria) y también la secundaria. Y si tenemos otro hijo, también llevarlo. Quiero que tengan esa experiencia en Argentina. Mi sueño es tener tres casas: en Nueva Zelanda, Australia y Argentina, para poder ir cuando podamos. Me gustaría que mis hijos tengan la cultura Maorí y la argentina. El plan corto a 5 años, es ese. Poder estar ahí.
-Está muy bueno que en la nena comulguen las tradiciones de sus padres.
-Creo que sí. No me olvido de dónde vengo. Cuando Nikola estuvo allá, entendió algunas cosas más de cómo soy o cómo me formé y ahora entiende por qué soy como soy. Eso ayuda un montón. Y para mis viejos, que la nieta esté con ellos, significa mucho.
-¿Qué se extraña más?
-Obviamente que la familia y los amigos. Siempre fui muy pegado a mi gente. Aun estando viviendo en Bahía, todos los domingos al mediodía tenía que irme a comer el asado a Médanos. Me iba a ver las carreras de TC y a comer carne. Era religión. Los sábados a la noche con los amigos y el domingo a Médanos, sea cual fuera la hora en que me había acostado (risas). A lavarse la cara y manejar para Médanos.
-¿Tenés un buen pasar económico?
-Gracias a Dios, si. La pasamos como todos: cuando empezás, tenés un montón de deudas y ahora le encontramos la vuelta. Estamos en una posición cómoda.
-¡En algunas fotos pareces un vikingo!
-(Risas) Estoy lleno de canas… Parezco fashion porque ella (Nikola) me daba todos los tips.
-¿Te subiste a las tablas de surf?
-A las anteriores les di un par de intentos, pero soy de madera. Es muy competitivo acá. Todo el mundo surfea. Hay 50 tipos con tablas en la playa y no me quiero chocar a ninguno. Llegué a pesar 82 kilos y ahora estoy en 95 de nuevo. Este año no jugué al básquet, las rodillas y la espalda no dan más, por eso descanso y no hago nada físico, pero enseguida recupero los kilos. Tengo que ponerme a hacer ejercicio.
I love you, Purre
-¿Seguís en permanente contacto con la banda del Purre?
-Sí, tenemos un grupo de WhatsApps, donde todos los días somos 12-13 los que estamos conectados. Algunos de ellos se conocen desde el jardín. Cuando yo me metí en el grupo, tenía 12-13 años y ellos ya se conocían del barrio Pedro Pico ¡Ahora no vive ninguno ahí!
-¿Ninguno se te apareció allá?
-No, todavía nadie, siempre prometen y amagan… Pero, ahora, con el tema de la pandemia lo entiendo. Aparte, la diferencia con el dólar es grandísima. La que sí vino fue mi hermana (Anabela) en 2018, con el novio. Estuvieron dos semanas visitándonos. La pasaron re lindo y cuando fue para casa (Médanos), les contaron a mis viejos cómo se vive acá. Es difícil de explicar.
-¿Tus viejos tampoco pudieron viajar?
-No, mi viejo no tiene ni pasaporte. Ellos no se mueven de Médanos. No se van a ningún lado: “vení vos”, me dicen (Risas). Los entiendo. Mis viejos tienen casi 70 ya y nunca viajaron. Pero estamos todo el tiempo comunicados, por videollamadas o lo que sea. Ahora se hace mucho más fácil.
-Por tu formación en el pueblo y tu manera de ser, caíste en un club de barrio ideal como Pueyrredón.
-Sí, enseguida, desde el primer día. Me acuerdo cuando Rivera y Zappacosta vinieron con Barco a casa, a conocer a mis viejos y a firmar los papeles.
-¿Dónde te habían visto?
-Un amigo de Barco, que estaba en Médanos, le comentó de mí. Lo que pasó fue que el año anterior, con Villarino, habíamos obtenido los Bonaerenses en Mar del Plata. En la final creo que ganamos 24-21, algo así, parecía un partido de hándbol. Teníamos 13 años y medía 1m83. Era el más alto del torneo. Tengo videos en los que mis compañeritos me llegaban al pecho. Les sacaba una cabeza y media. Después, aumenté cinco centímetros y no crecí más. Lo mío estuvo en ese verano que pasé de los 12 a los 13 años. Cuando estaba en Bahía, éramos 3-4 que teníamos esa misma altura. Pero, después, siendo cadetes-Juveniles, nos alcanzaron todos.
-Pueyrredón era un club lindo y perfecto para vos.
-¡Claro! Me hice muy amigo de Gastón Rivera y Sebastián Zappacosta. Muchas veces los viernes me quedaba a dormir en sus casas, para jugar los sábados a la mañana. Después, empecé a tomarme el Villarino de Médanos a las 17.30, llegaba a Bahía una hora después, entrenaba a las ocho de la noche y mi viejo, que era camionero, me iba a buscar al club cuando terminaba de laburar. Llegaba a Médanos a las 23 para comer, bañarme, ir a la escuela y al otro día lo mismo.
-Tuvo mucho que ver el club dónde llegaste, hay sentido de pertenencia ahí.
-Seguramente. Y ahora lo ves con las cosas que siguen haciendo por Pueyrredón, tanto Juan Manuel (Martínez), como Nicolás (Verdecchia), Sebastián (Zappacosta) que estuvo de presidente y la dirección que está tomando el club con Bruno Cerella también. Si bien los cargo porque ahora todos viven en el Patagonia Norte o en Alem al fondo, ahora tienen que moverse para llegar al club y le ponen mucha garra.
-¿Alguna anécdota que se pueda contar?
-En mi primer partido en Pueyrredón, en Infantiles, hice 40 puntos en cancha de Independiente. Las caras de Carlos Zappacosta y Eduardo Rivera como que decían: ‘¡acá tenemos a Shaquille O’Neal!’ (Risas). Después no jugué más así. Igual llegué a estar en la selección de Provincia, con Barco como DT, que perdimos la final contra Capital. Esa vez, mi vieja no me había dejado jugar el Provincial para Bahía porque me había llevado cuatro materias… En esa camada me acuerdo que estaban Catete, De Battista… Es la camada del ’83. Y ellos ganaron el Provincial.
-¿Alguna otra para despedirte?
-Me acuerdo que, cuando jugábamos la Liga Juvenil, teníamos que viajar a Mar del Plata o donde sea. Nosotros teníamos la pica más grande con El Nacional, que reclutaba jugadores. Y nosotros éramos chicos de pueblo o de barrio. Un día estábamos arriba del colectivo y vemos que detrás nuestro está por pasarnos el de El Nacional, que volaba al lado del nuestro. Y cuando se están por poner a la par nuestra, 3 ó 4 de nosotros nos bajamos el pantalón y les mostramos el culo por la ventana cuando pasaron (Risas).
En Médanos o Australia, la esencia de Damián Figarra no cambia.