Allá por 2011, el entrenador Gabriel Colamarino debió emigrar de la ciudad para poder seguir dedicándose a su profesión, después de un episodio inesperado que tuvo con Olimpo. A partir de esa fecha, él y Argentino Junior (Tres Arroyos) iniciaron un vínculo que se prolonga hasta el día de hoy. Sus cucardas más notorias que luce es haber sido fundamental en las carreras de Máximo Fjellerup y Fermín Thygesen, como también el orientador del seleccionado en el histórico éxito frente a Bahía Blanca en el Zonal de 2019 (91-89). Continúa atento a todo lo que ocurre en el mundillo basquetbolístico bahiense y mantiene contacto asiduo con Manu Ginóbili, Pepe Sánchez y Pancho Jasen.
El coach bahiense Gabriel Colamarino está próximo a cumplir 50 años y acumula once en la ciudad de Tres Arroyos.
Fue moldeado en Estudiantes y en Bahía Blanca es renombrado.
En su palmarés figura, como más destacado, ser influyente en la formación de Emanuel Ginóbili y Pepe Sánchez en Bahiense del Norte. También, haber tenido su lugarcito en la Liga Nacional como asistente del Zeta Rodríguez en el albo, sobre fines de los ’90.
Y sus exitosos pasos locales por Leandro Alem y Argentino, más los títulos obtenidos con diferentes seleccionados albicelestes y bonaerenses, tanto en Mayores como en Juveniles.
Hasta que, en 2011, se produjo un quiebre en su profesión de la cual poco tuvo que ver. Entonces, no hubo más opción que llenar los bolsos y mudarse a Tres Arroyos.
Pero halló la horma de su zapato: una entidad de ideas claras y mente abierta como Argentino Junior que le brinda todas las libertades, suma confianza y arreglos de “contratos” de palabra, cambiando solamente el número año a año.
“Desde que me fui de Bahía, siempre estuve acá. Este es el año número once, pero bueno, lo que fue el año pasado y este casi ni se cuenta…”, confesó Cola para iniciar el extenso diálogo.
-¿Qué encontraste allí?
-Estoy bien y cómodo. De entrada me encontré con un club que me hizo saber que, como mínimo, me iba a quedar cinco años. Llegué a la ciudad a dirigir Primera, el año que ascendimos en el Provincial. Pero, entre los chicos de 13 años, estaban Máximo Fjellerup y Fermín Thygesen. Así que me agregaron Preinfantiles e Infantiles.
-¿Por qué?
-Porque justo el entrenador Federico Arias, que aún sigue en el club, producto de un desgaste lógico se bajó de la Primera. Y salió mi nombre: me llamaron y vine. Él tenía a cargo Cadetes, Juveniles y Primera. Pero sólo dejaba la Primera. Así que, venir para Primera solamente no era redituable para nadie. Y les dije que sí a Preinfantiles e Infantiles, sin saber que ahí estaban Maxi Fjellerup y Fermín Thygesen. Imagináte que no conocía ni a un jugador mayor…
-¿Los detectaste enseguida?
-¡Sí! Cuando los vi, dije: “¡Ah la mierda!”. Ya me ha tocado trabajar con chicos con talento y, más o menos, los identifico. Ahí pensé: “si me escuchan y logro hacerles un hueco en Primera, pueden ir para arriba”. Eso fue lo que me embaló de entrada y, ni hablar, después del tercer-cuarto año que seguí dirigiéndolos. Y me di cuenta de que vivir acá es mucho más tranquilo que en Bahía. Por eso me he quedado. Ahora dirijo Cadetes, Juveniles y Primera.
-¿Fuiste vos por quien Pepe Sánchez conoció a Fjellerup?
-¡Y a Fermín (Thygesen) también! Primero, a Maxi. Se los marqué a los 13 años y se los llevé a los 15. Pero nunca les dije el nombre ni nada. Y tampoco sabían ni los dirigentes, ni los padres, ni nadie… Vos a los 13 años no le podés decir a alguien que se quede bajo tu ala o que lo vas a llevar a la Liga… ¡Ni loco! Porque, aparte, tenés que ver cómo progresa el chico también. Les veía cosas de Manu, Pepe, Nico Paletta o Cecchi cuando los tuve a esa edad, cosas del desarrollo diario, del juego… Pero uno tiene que ser cauto.
-¿Entonces esperaste hasta que tuvieran 15?
-Sí. Ahí fui informando, un poco, que podía hacer la movida de contactarlo con Pepe Sánchez. Tengo muy buena relación con los padres de Máximo, de hecho al papá lo dirigí y llegó a compartir equipo un año y pico con Maxi. Lo puse de muy chico. En 2012, Maxi era el base titular con 14 años. No me importaba si ganaba o no, igual lo iba a poner. ¿¡Viste cómo soy yo!?… Y nos fue relativamente bien. Es que con los chicos tenés que hacer así. ¿Cuándo se van a equivocar?, ¿En un entrenamiento? No. Se tienen que equivocar en un partido. Le comenté a los padres y al dirigente principal que guarden el secreto, pero me lo llevaba a Bahía. Un día fui a buscar a Maxi al colegio y viajamos para que Pepe lo evaluara. A los cinco minutos, me preguntó cuándo podía venir a quedarse. “El año que viene, dejá que cumpla los 16 aunque sea”, le respondí.
-Encontraste dos diamantes en bruto.
-Esa camada es la que llevó a Tres Arroyos al Argentino de Preinfantiles. En esa época, se jugaba el Zonal con Mar del Plata y Olavarría. Tres Arroyos clasificó al Provincial y, aunque perdió con Bahía, salió campeón igual y fue al Argentino. Había un montón de chicos en la ciudad que jugaban re bien. Llegaron a semifinales, quedaron cuartos.
-¡Ahora recuerdo, tenés razón!
-Al chico tenés que darle armas para el futuro, no para que gane ahora. Pero no todos los clubes o entrenadores lo ven. Hay que darles armas: aprender a salir y entrar de la cancha, a pasar la pelota, a defender, a compartir… Porque cuando saltan a la Liga, ninguno va a tirar 25 tiros, con suerte tiran dos en el primer entrenamiento… Hay que llevarlos a ese punto, pero con los padres cuesta cada vez más. Y no todos los formadores lo entienden así. Es un error. Después, estamos en un mundo de contactos. Si yo no hubiese estado acá, estos chicos el contacto con Pepe no lo tienen ni loco… Esto lo dije varias veces y por ahí se malinterpreta, porque sino podría haber llevado 52 chicos a Bahía Basket. Y no es así. Después, el jugador tiene que tener talento, sacrificarse, entrenar, un desarrollo físico y entender un montón de cosas que le van pasando. Hay muchísimos chicos, en la historia, que se perdieron porque nunca nadie los pudo contactar o probarlos en algún lado.
“No es un equipo la Selección”
-¿Qué te lleva a seguir en el club y en Tres Arroyos?
-Vine por el básquet y me mantengo por el básquet, más allá de que hace cinco años que estoy en pareja. Además, encontré buenas cosas en la ciudad, en el día a día con los dirigentes y la relación con los otros entrenadores. Me hace acordar mucho a la época de Argentino, cuando estábamos muy cómodos con Fede Iriburo y Juan Dobal. Cuando tenés una buena comunión en el grupo de trabajo, se hace muy liviano todo y te cubrís las espaldas. Son cosas que evaluás a fin de año, como si está encaminado el proyecto, el laburo… Me tocó estar en lugares y cumplir con las metas, pero no había piel con los demás DT. No porque nadie sea mejor que otro. Y acá tengo una relación excelente. Lo bueno que tiene Argentino Junior es que mantiene a los DT, le gusta laburar a largo plazo. Y eso a mí me encanta. Es lo que busca la mayoría de los entrenadores. Entonces, todo va fluyendo: el chico de 8 años sabe quién lo va a dirigir este año, el próximo y los siguientes. Para los padres y los chicos es bueno tener esa proyección. Para mí, es un plus.
-Desde que llegaste a hoy, ¿notás un progreso en el club?
-¡Sí! Siempre tuvimos alrededor de 100-150 chicos. Eso es mérito de la dirigencia y de los entrenadores que ya estaban acá. Lo que sí me asombró y me llamó la atención, es que en este tiempo se hicieran: una canchita para los más chicos, tres vestuarios, se cambió el piso, se pinta cada dos años, hay tableros electrónicos con wi-fi, corrieron las tribunas y me debo estar olvidando de cosas, como la remodelación de la entrada principal, conjuntamente con la secretaría y la cantina. Lo que invirtieron en infraestructura es infernal y constante.
-Es a lo que deberían apuntarle todos los clubes, ¿no? Además de poner énfasis en la formación de jugadores.
-Exacto. Y veo que pasa en Bahía también con Bahiense, Argentino, Alem, Villa Mitre… Los clubes tienen que invertir ahí. No es porque sea entrenador, pero también tienen que invertir en ellos, como hacen con jugadores. El entrenador es el que le da una guía deportiva a los clubes.
-Antes era usual sumar a un buen jugador mayor y, “como parte de pago”, se le designaba una división formativa. Y, quizá, no estaba capacitado para ello. No era lo ideal. En la base de la pirámide deberían estar los más aptos para formar.
-Exacto. Era así. Eso acá se vive más tranquilo que en Bahía, por eso me quedé. Igual, me han llamado de Bahía ofreciéndome algunas cosas coherentes y otras como: “te damos la posibilidad de reinsertarte en el medio local”. No creo que sea así, laburé más de veinte años allá, dirigí a la selección de Bahía, de Provincia… O sea, no me creo más que nadie, pero tampoco menos que nadie. Laburo hace 33 años de esto. En 2019 fuimos a Bahía, nadie daba dos mangos por nosotros y le ganamos allá por primera vez en la historia. Y con chicos menores de 22 años.
-Sin quitarle mérito al trabajo de ustedes y ese gran triunfo que mencionás, estando alejado ¿cómo ves al básquetbol de Bahía desde tu perspectiva?
-Sigue siendo la Capital del Básquet, te lo puedo recontra afirmar. En 2019 nos tocó vencer a Bahía, siendo algo que como bahiense no hubiese pensado nunca en perder con Tres Arroyos de local. Sé que hubo muchas críticas y voy a ser muy sincero, como siempre. A mí me ha costado armar las selecciones y si había 10 jugadores en la Liga, con suerte, podía sumar a dos. Eso pasa y lo he sufrido.
-Es verdad, siempre se complicó.
-A mí, si me gustaba un chico de 18 años, lo ponía. Y si a Seba Aleksoski, al que enfrenté esa vez, le gustaba tal base o tal escolta y consideró que era el mejor, tenía todo el derecho de ponerlo. Y está bárbaro. Ese día, contra nosotros, justo no jugó Nico Paletta y eso los disminuyó. Son cosas que pueden pasar a un partido. En Tres Arroyos nos veníamos preparando bien. Hacía 4 años que los venía fogueando y los chicos tenían mucho hambre. Y se dio. Pero el tema siempre pasa en dar un tiempo de laburo. Le pasa hasta a Oveja (Hernández). No es un equipo la Selección. Y el DT es un seleccionador que tiene que armar el mejor equipo posible, en corto tiempo. No podes pedirle que jueguen como equipo. Por eso, hay que tratar de ver cuáles jugadores se adaptan mejor a esas situaciones. Y bajo presión. Es muy fácil hablar de afuera y complicado vivirlo de adentro.
“Me fui molesto de Olimpo”
-¿En 2011 te fuiste enojado de Bahía por lo que pasó en Olimpo?
-Sí. Me fui mal porque Olimpo me cortó el 28 de enero a la noche, cuando tenía un arreglo de tres años. Se notaba, y después terminó pasando, que estaban armando algo a espaldas mías. Entonces, más vale que me fui molesto… Simplemente me fui muy caliente y con la situación de que todos los clubes ya estaban cerrados. Así que, después, me llamaron de Madryn, Orense, de Tres Arroyos y, cuando estaba cerrando en Argentino, también me llamaron de Viedma. Fui a charlar a todos esos lugares. Argentino mostró más interés, me cerró y me vine.
-¿Siempre tenés en la cabeza volver a Bahía o cada vez menos?
-Estoy pendiente porque tengo un montón de amigos y colegas, con los cuales estoy en contacto. Por supuesto que sigo todo el tiempo las noticas de allá. Si ahora me dicen, “bueno, dale, volvé”, me sigo conociendo todos los nombres. Cuando enfrentamos a Bahía, por ejemplo, estaba Matías Martínez al que dirigí en Premini. ¡Imaginate que me fui hace once años y eran Preinfantiles los que ahora son top en Primera! Las redes sociales ayudan mucho a ver todo. Y también tengo a mi vieja, hermanos y sobrinos, pero la vida te lleva por todos lados. El problema que tenemos, basquetbolísticamente hablando, es que creemos que si salimos de Bahía nos caemos en un pozo. Y no es así. Al básquet se juega en muchos lugares y te tratan bien como en Bahía. A veces me preguntan ¿por qué no hay 20 jugadores de Bahía en la Liga? Porque hay 20 pibes de lugares inhóspitos que pueden jugar como los de Bahía. ¿Cuál es el problema?
-¡Hay un santiagueño en la NBA!
-Claro, el talento nace en cualquier lado. ¿Quién dijo que tenía que estar solamente en Bahía? Lo que tenemos allá, es una competencia tan intensa que nos diferencia en todo el país. Lo que explico en charlas acá es que, si te ponés a ver, en porcentaje Tres Arroyos tiene más clubes que Bahía: son 6 clubes en 45.000 habitantes contra 22 en 400.000. Ahora, si nos ponemos a jugar entre nosotros 6, nos aburrimos. Por eso acá están acostumbrados a viajar: vamos cada 15 días a Coronel Suárez, Orense, San Cayetano, Monte Hermoso, Pringles… Vamos, jugamos y volvemos.
-Con once años en Tres Arroyos. ¿Cómo y dónde te imaginás en los próximos diez?
-(Risas) Soy muy malo para calcular eso. Lo que sí noto en los últimos años, es que cada vez estamos más distantes de las nuevas generaciones de chicos. Tengo casi 50 años. Y ahora, si me transporto a los próximos 10 años, creo que me va a costar el trato para con ellos. Pero me veo entrenando, entrenando y entrenando. ¿Dónde? No lo sé… Imagináte que nunca pensé irme de Bahía Blanca, después de que se te apaga la llama de subir a la Liga, más allá de haber sido asistente.
-¿Seguís en contacto asiduo con Manu y Pepe?
-Sí, mantengo el contacto. Y con Pancho (Jasen), con quien tengo una gran relación también desde la época de la Liga. He mandado varios chicos para Alem, de mi club y de otros. Hay que ayudar a todos por igual. Pancho esta siempre predispuesto a escuchar. Con Manu hemos hablado mucho cuando estaba decidiendo el retiro y hoy en día pienso que se va a quedar a vivir un tiempo allá en EE.UU. En ese momento, me decía que le daba la impresión de que no iba a extrañar no jugar. ¡Y no extrañó! El otro día le escuché una frase al Chapu Nocioni, que decía: “cuando diste hasta la última gota de sudor, es porque no te quedó nada”. Y todos esos chicos estuvieron años en selecciones, entrenando como caballos, con presión, pensando en sus hijos, la señora y cuando diste hasta la última gota, listo, ya está…