Bruno, como todos en mayor o menor medida, se vio afectado por las consecuencias de la pandemia y la paralización de la maquinaria basquetbolística. Tampoco gozaba de una actividad paralela en lo laboral que lo sostuviera. El puntaltense estuvo radicado en Bahía Blanca durante un buen tiempo, defendiendo la casaca de varios clubes, pero todo esto lo fue empujando a que se produzca el retorno a su ciudad natal, junto a su pareja Felicitas Garayzar. Su último paso por los rectángulos bahienses se dio con Pacífico, hace dos años. Y, cuando tenía un acuerdo con Estrella para 2020, no se jugó más. Ahora se entrena y formará parte del quinteto de Ateneo, en el venidero campeonato puntaltense que retornará tras las vacaciones. Mientras tanto, se subió al “carro” de su suegra: atiende diariamente el puesto de La Pochoclera en pleno centro rosaleño. Así que, ya saben, si quieren degustar cubanitos, pochoclos o algodones de azúcar, lo van a ver al tirador. ¡O piden el delivery!
Son momentos difíciles, de encierro, contagios, vacunas, escases de poder adquisitivo y desempleo. Por lo cual, hay que poner el pecho, tener imaginación, arremangarse y salir a encarar el duro presente. Como se pueda.
Un ejemplo es el de Bruno Sacomani (32 años).
El tirador debió dejar su vida ya establecida en nuestra ciudad, para encarar la ruta y volver a casa: la desocupación, la incógnita de la actividad basquetbolística y el vencimiento del contrato de alquiler, congeniaron para retornar a las raíces junto a Felicitas Garayzar (hija de Juan), con quien mantiene relación desde hace 15 años.
Vistió la de Pacífico en 2019 y no se dio con la de Estrella en 2020. Será la de Ateneo para 2021. Ese es su presente.
Igual que La Pochoclera, una vectriz laboral que gracias a su suegra le permitió entrar en acción, incorporándose a un proyecto que va in crescendo, entre pochoclos, cubanitos, garrapiñadas y gomitas. Todo sirve para capear la crisis.
-¿Qué fue lo último tuyo en el básquetbol?
-En Pacífico, en 2019. El año pasado había arreglado con Estrella, antes que empiece todo esto… Después se paró todo. Y, este año, sabíamos que se iba a parar el torneo en algún momento, así que ya decidí quedarme acá en Punta.
-¿No pudo seguir el vínculo con Estrella para 2021?
-No. En Estrella llegué a entrenar, pero no jugamos nunca. Ya sabía que iba a volver a vivir a Punta y que, en la primera de cambio, el campeonato bahiense se iba a parar. Así que tampoco valía la pena el ir y venir todos los días a Bahía para entrenar o jugar.
-Claro, vos vivías acá desde hacía rato.
-Exacto. Pero cuando surgió la pandemia estuve en Punta y ahora ya me quedé… En Bahía estaba alquilando, se me terminaba el contrato y era pagar dos meses en los que no iba a estar viviendo allá, así que terminé volviéndome a Punta.
-¿Y qué estás haciendo en lo basquetbolístico?
-Recién vengo del gimnasio, no queda otra… (risas). Tengo 32 años y algo me queda todavía. Hace un tiempo empecé a entrenar con Ateneo, como para no quedarme parado y seguramente jugaré con ellos el torneo que vuelve a arrancar ahora.
-¡Bien, vuelven a jugar!
-Sí, supuestamente, arranca en agosto, después de las vacaciones. Había comenzado, se jugó una fecha y nosotros tuvimos libre… Acá en Punta Alta es más fácil, son solamente cinco equipos y se puede hacer un torneo corto. De Bahía no sé nada, está medio complicado me parece…
-¿Es tu primera vez en Ateneo?
-Sí. Me fui ahí porque era el único club que estaba entrenando más o menos bien, dentro de lo que se podía, había muchos chicos a los que conocía y me quedé. El entrenador es Alexis Amarfil.
-Pero los Sacomani están identificados con Espora, ¿no?
-¡Sí! Y ahora justo está mi hermano (Mauro) como entrenador. Pero ellos arrancaron a practicar tarde, porque no sabían si iban a presentarse a jugar o no y yo ya estaba entrenando en Ateneo. Mala suerte…
-Tu novia también está ligada al básquet y a Espora.
-¡Sí! Felicitas es la hija de Juan Garayzar. La conozco desde chico y, entre idas y vueltas porque ella se había ido a Buenos Aires, estamos juntos hace 15 años aproximadamente. La familia es amiga de mis viejos y yo fui a jugar a Espora por Juan, que era el entrenador en ese momento.
-¿Cuándo se juntan hablan todo el tiempo de básquetbol?
– La verdad que no… Yo, la verdad, no soy de mirar mucho básquet. Recién este año me enganché con la NBA, pero soy más del fútbol: prefiero un Olimpo vs. Villa Mitre, por ejemplo, antes que un partido de básquet.
-Vi que con tu pareja anduvieron por Europa. ¡Qué buena experiencia!
-Tal cual. Hemos viajado porque ella tiene familia en España. Fuimos dos veces y nos quedamos un mes de vacaciones por Málaga, por la costa… Después, un año conocimos Madrid y al otro, Barcelona. Me había quedado con las ganas de ir a ver a Messi, así que ese año pude presenciar un partido de la Champions.
-¡No me digas!
-¡Si, si, re feliz! Encima Messi metió un gol de tiro libre y todo… Lo único malo es que fue un día horrible, se largó a llover como nunca y terminé todo empapado (risas).
“Acá es un despelote”
-Volviendo al deporte, acá los menores retomaron…
-Sí, sabía. Habían dicho que arrancaba todo. Acá en Punta Alta es más fácil, porque hay menos gente. Ahora la mayoría ya tiene una vacuna, a mí me dieron la primera la semana pasada. Allá en Bahía también tengo amigos que ya se vacunaron. Ahora vienen los días más lindos y creo que va a ir cambiando un poco todo.
-Hablame un poco de Ateneo. ¿Qué equipo tienen?
-Estamos con Juampi (Coronel)…
-(Interrumpiendo) ¿Juegan con dos pelotas? (Risas).
-Y, más o menos… (Risas). También está Franco Percello, ex Altense. Y hay muchos pibes del club, como Dani Ezcurra, Maurito Véliz, Juli Ripoll… Esa es la base. Estamos entrenando y tratando de jugar lo más posible, tuvimos un amistoso hace poco. Hay un lindo equipo, largo, pero todavía nos falta, estamos duros.
-Me imagino que antes de retirarte y, más estando Mauro ahí, en algún momento vas a volver a Espora.
-Sí, obviamente. Estoy yendo al gimnasio ahí, al club. Me gustaría volver, pero ahora solamente quedan un par de chicos que son de Espora. Se arrimaron muchos del básquet amateur, del torneo comercial que no se hizo y se fueron a Espora. En ese sentido, está algo quedado el club, pero un poquito más adelante mi idea es volver. Tampoco me queda mucho… Trataré de convencer a alguno para que vuelva conmigo o ver a alguien de Bahía. Así podremos llegar a algo o ser campeones un año.
-¡Bruno, recién tenés 32! Scola va a jugar con 41 en Tokio…
-Bueno, pero Scola es Scola… Comparame con el Chino Trellini si querés, eso es más fácil y más cercano (Risas).
-¡Tenés razón!
-Me acuerdo cuando estaba en Comercial, jugando una final, hace como 10/15 años y el Chino ya tenía como 30 años. Y no podía creer la edad que tenía… Una locura, parecía que tenía 20 años. ¡Un grande!
-¿Creés que la pandemia frenó el envión del básquet puntaltense? Porque habían ido al Provincial tras muchos años y participaban del torneo de la ABB con varios clubes.
-Puede ser. Pero acá es un despelote, porque no hay Asociación y un día dicen una cosa y otro día dicen otra… Igual, dentro de todo, los clubes se van acomodando. Me enteré que algún quilombo hubo con la Federación y Bahía, así que imagínate cómo está Punta Alta…
-Una lástima, porque en lo deportivo venían repuntando.
-Sí, casi salimos campeones del Provincial de Pergamino, lo perdimos en las últimas bolas con triples de Jonatan Slider y Mateo Bolívar. Yo estaba lesionado, no pude jugar, pero igual me llevaron para hacerles el aguante y no pude estar. En ese Provincial veíamos los planteles y creíamos que teníamos chances, más allá de que en algunos había jugadores de Liga… Justo en esas últimas bolas nos metieron un par de triples y bueno…
-¡Fue el Provincial en que hubo dos campeones!
-Sí (risas), le dieron el título a dos equipos… Una vergüenza todo, una locura…
A full «La Pochoclera»
-¿Cómo surgió lo del carrito de cubanitos?
-Mi suegra arrancó con un carrito chiquitito y se ponía a vender en el centro de Punta. Después compraron un carro más o menos grande y, ya el año pasado, compramos otro. Yo no estaba muy metido porque, todavía, estaba en Bahía. Pero la pandemia me obligó (risas). No me quedaba otra, me metí a pleno y acá estamos… Ahora tenemos dos carros: uno lo usamos los fines de semana para ir al Parque y el otro lo dejamos siempre fijo en el centro. Hemos ido al autocine de Bahía y también nos sirven mucho los eventos, pero ahora está todo parado.
-¿Andan con el carrito por todas partes?
-Sí, cuando se puede, con ese que llevamos al Parque vamos para todos lados. Y el otro, lo tenemos fijo todos los días en la puerta de mi casa, en el centro.
-¿Y resulta? ¿Cómo andan con el negocio?
-Sí, muy bien. Aparte, hacemos delivery también. Estamos muy metidos y por suerte nos va bien.
-Sé que tienen promociones y hay mucha variedad.
-Sí, todos los días subimos algunas cosas a las redes. Tratamos de tener algo nuevo todos los días, le estamos metiendo bastante energía.
-¿Arrancaron con cubanitos y garrapiñadas?
-Mi suegra se había largado solamente con los pochoclos y después le sumó las garrapiñadas. Una vez que se compró el carro grande, ahí ya entraron los cubanitos y demás golosinas como las gomitas, algodones de azúcar, las manzanas, de todo…
-¿Y vos atendés?
-¡Sí! La mayoría de las veces estoy en el centro. Nos vamos turnando en la semana, pero los fines de semana siempre me quedo yo en el centro con mi cuñada y mi suegra y mi novia se van al Parque. En la semana al carrito lo abrimos a la tarde, tipo 15.30, en horario de comercio, así que me permite entrenar.
-¿Estaban complicados de trabajo y surgió encarar esto?
-Yo estaba sin laburo, por ejemplo. Mi novia tiene trabajo y mi suegra también, pero lo empezó a hacer de hobbie más que nada. Y resultó. Con la pandemia, dentro de todo se mejoró porque se hizo mucho más conocido gracias al delivery. Ahora todos los días estamos bastante a pleno.
-Vi en el Face que está muy lindo el puesto. ¿En qué Parque es y dónde queda?
-Sí, ahí estamos los feriados, sábados, domingos y algún viernes si está lindo. Es el Parque San Martín, que no es el de la entrada a la ciudad, ese de calle Colón. Sino el que queda del otro lado, cerca del club Pellegrini digamos.
-¡Bien! ¿Ese es el más concurrido?
-Sí, sería como el Parque de Mayo de Bahía.
-¿Y qué objetivo tienen a futuro?
-La idea, cuando compramos el segundo carro, era manejarlo nosotros en Bahía. Con este carro que tenemos acá, en el centro, el objetivo era ese. Habíamos ido a hablar a la Municipalidad para hacer toda la documentación, pero eso justo fue en febrero y en marzo se pudrió todo. Así que lo trajimos para acá y ya es como que nos vamos a quedar. Veremos si, en una de esas, más adelante podemos comprar otro carro para llevarlo a Bahía. Pero es algo muy caro y ahora todo es en dólares…
-¿Con la materia prima cómo se manejan?
-La mayoría de las cosas las compramos acá. Pero también traemos muchas de Bahía. Las gomitas, por ahí, las traemos de Buenos Aires. ¿Viste los baldes grandes de pocholos, como los del cine?
-Sí, claro.
-Bueno, esos son personalizados con la marca nuestra, igual que las bolsas, todo a pleno el merchandising.
-¿¡Puede ser que hay gomitas en forma de huevo frito!?
-Si (risas), ¡son ricas igual, eh! Tiene gusto a las gomitas normales, no te hagas problemas…
-¿Qué es lo que más pide la gente?
-La verdad es que el pochoclo y los cubanitos son lo que más sale. Y las garrapiñadas también. Esas tres cosas. Al Parque también llevamos bebida y tenemos agua caliente para el mate.
-¿Cómo son los precios?
-La docena de cubanitos comunes sale $360 y los bañados salen $420. Y de los pochoclos tenés diferentes tamaños: hay en bolsitas de $60 y $80 y después están los baldes, que tenés dos tamaños. La garrapiñada, mi suegra las hace de maní, girasol, nuez, almendras, avellanas y cajú. Tenés de todo.
-La verdad es que desconocía tanta variedad…
-Sí, hay mucha gente que no conoce. La de almendra es muy rica, ya se sabe.
Sacomani le pone “garra”, entre dulce de leche, baños de chocolate y manzanas caramelizadas. El que se rinde, no tiene premio.