Reinventarse. Esa es la que va, hoy por hoy. Damián Carci es otro de los casos que se aferran a esa -casi- única posibilidad de poder seguir adelante. A sus 35 años y con un par de hernias de disco a cuestas, el hijo de Ana María y Alberto y hermano de Mauro (40) y Mariano (30), sigue tirando… Como en la cancha. Estuvo una década en un mismo sitio de trabajo, lo despidieron y la pasó mal, hasta que actualmente se pudo ir acomodando con un puesto temporario. También, adquirió la llave y es el propietario de una casita de fiestas de Holdich al 700. Se le cae la baba con su hijito Juan Ignacio, quien recientemente sopló su primera velita y que será su único heredero, según ya congeniaron con la mamá Mariela. En lo basquetbolístico, el base pegó a la vuelta a su hogar (Estrella) después de tres años en 9 de Julio. Ansía volver a defender esa casaca cuanto antes, para dejar atrás de una vez a esta nefasta pandemia. Es uno de los hombres récord bahienses con cuatro ascensos consecutivos a Primera. Afirma prolongar su trayectoria por nueve años más. ¿Permanecerá hasta el 2030 con la auriazul o volverá a cambiar?
Damián Carci y sus mil caras: puede ser operador de rampa en el aeropuerto, repositor externo, vendedor de paltas, asistente de limpieza en el Puerto o administrar una Casita de Fiestas.
También, en un rectángulo, puede ser quien corona cuatro ascensos consecutivos a primera división, de 2014 a 2017; puede ser la figura de 9 de Julio en el máximo nivel cuando no se creía preparado y, actualmente, puede ser quien nuevamente haga brillar a Estrella. Y puede ser que logre estirar su carrera hasta los 44 años.
Además, puede ser el padre más agradecido y orgulloso de todos.
Todo puede ser, para Damián Carci.
“Estuve 10 años en el aeropuerto. Ahí, ya te habrá contado Marquitos (Maccari), la empresa cerró y nos echaron de un día para el otro. Tuvimos la indemnización y quedamos en la calle, a ver qué salía, qué hacíamos…”, inició el relato de su peor momento laboral.
“Al tiempo, se me dio la oportunidad de comprar la Casita de Fiestas con mi mujer. Puse todas las fichas, con la ‘buena fortuna’ de que a los cinco meses nos agarró la pandemia. Estuvimos a punto de venderla varias veces… ¡Porque hay que bancar el alquiler y todo en regla, eh! Fue terrible… Ese verano estuve como repositor externo de La Virginia, hacía reemplazos de vacaciones. Se ve que hice bien buen laburo, porque me recomendaron. No pudieron mantenerme el puesto, pero me recomendaron y salió algo por tres meses en la cerealera Dreyfus”, desglosó Carci.
-Te pasaron todas juntas…
-La Casita estaba remontando a principios de 2020 y volvimos a fase 1 en mayo… A eso hay que sumarle que Juani nació el 31 de julio, en plena pandemia, con lo que eso conlleva, dormir poco… Y se me terminaron los tres meses de laburo, no tenía nada… Así que salí a vender paltas. Hasta que después me volvieron a llamar porque arrancaba la temporada de cereal. Ahora estoy en ADM hasta octubre.
-¿Fue una etapa de puro estrés?
-Justo el 31 de julio, cuando nació mi hijo, se me terminó el contrato en Dreyfus. Y la Casita estaba cerrada. Pero, ahí tengo un monto por mes que hay que cumplir… ¡No sabía qué hacer! Era cero ingresos y con lo de mi mujer teníamos la comida, pañales, impuestos… Un amigo me dijo que tenía un conocido en Buenos Aires que estaba vendiendo paltas y le iba muy bien. Ya había un kiosquito medio armado, la página se llama “puesto de paltas” y en Buenos Aires la siguen usado. Así que nos la jugamos. Compramos un pale, que son 90 cajones de palta. ¡No sabes la cantidad de palta que teníamos! Yo no la había probado en mi vida… Es una fruta y se te pudre. Así que la teníamos que salir a vender a negocios o restaurantes en el transcurso de un mes, porque si no se pudrían. Fue una inversión enorme que había que costear, más una cámara de frío en Cerri para mantenerlas. Pero nos fue bien, salimos por las verdulerías, restaurantes, locales de sushi…
-¿Y por qué no seguiste?
-Porque era mucho laburo y mucho riesgo. En diciembre se me habilitó la Casita y, con la Casita activa, tengo mucho trabajo también. Eso lo manejo yo, mi mujer mi ayuda, pero es prácticamente mi laburo.
-¿Ahora qué función cumplís en la cerealera?
-Estoy en la parte de limpieza de planta, silos, cintas, barro las calles… El laburo es sacrificado al máximo, porque a las 6.15 ya estoy barriendo al lado del mar, haga el frío que haga. Y, de ahí, me voy para la Casita. No queda otra…
-Claro, son muchas horas y terminas extenuado…
-¡No sabes cómo estoy! Aparte metimos colonia de invierno y, por suerte, la gente se va animando a festejar más. Estoy casi solo con eso, porque mi mujer tiene su trabajo y cuida al “gordo”.
-¡Y todavía te falta sumar el básquetbol!
–Hablé en la empresa, porque hay tres días que trabajamos 12 horas y uno es el viernes. A las 18, ya no quiero saber más nada… Aparte, tengo dos hernias de disco y vivo rezando que no pase nada raro. Ya me quedé duro en 2011, anduve medio año encorvado. Por suerte me pude recuperar, pero no puedo andar haciendo locuras.
Sin tecnología en Pinotea
-¿Cómo fue que terminaste siendo dueño de Pinotea?
-Mirá, con Mariela nos fuimos a despejarnos a Mar del Plata. Y, en el hotel, chusmeando el Face, nos enteramos de que se vendía Pinotea. Y a mí ya me había gustado el lugar cuando fui al cumpleaños de mi sobrino. Estaba venida a menos, pero me encantaba. Ahí averiguamos el precio y era más o menos la plata que tenía. Cuando volvimos a Bahía la fui a ver con mi amigo Juan Dobal, que ya había tenido otra Casita y me dio el visto bueno. Así que compré el fondo de comercio. No sabía nada de Casitas de Fiestas, pero metiéndole tiempo, garra, amor y dedicación, ahí estamos…
-¿Es un lugar grande con una parte cerrada y otra al aire libre?
-Sí, tiene un patio con canchita de fútbol, cama elástica, juegos de plaza, es enorme… Adelante hay dos salones, inflable gigante, pelotero, pista de baile… Y la dueña anterior me dejó a todo el personal, así que me apoyé muchísimo en ellos. Me dieron una mano grande. Me encantó esos 4-5 meses que pudimos laburarla y por eso la quise mantener durante la pandemia, donde hice lo imposible. ¡No sabes lo que la sufrimos!… Pero, gracias a Dios, todo esto está pasando y saldremos bien parados.
-¿Aprovechaste ese tiempo de nada para sumarle cosas?
-La pinté e hice arreglos, acomodé los baños, algunas paredes, todos detalles de estructura, porque me gusta que esté prolijita y linda a la vista. A medida de que se vaya saliendo de todo esto, invertiremos en algunos otros juegos. Pero basamos todo en lo que es la animación de los profesores, porque la idea nuestra es no poner tecnología y que los chicos siempre estén animados con juegos, con seres humanos… Ya se pasan el día con la PlayStation y esas cosas, por eso nuestra característica es que nunca haya nada de eso. Que disfruten del cumpleaños compartiendo todos juntos.
-¿La Casita está activa solo los fines de semana?
-Está abierta todos los días. En el verano pasado hicimos una colonia y, después, como vimos que los jardines iban a recibir a los chicos una semana si y la otra no, o algunos ni siquiera hacían presencial, entonces extendimos la colonia a todo el año. De 13 a 17, tenemos la colonia con chicos de 3 a 6 años. Hay 15/20 nenes y nenas que van por día, semanalmente, por quincena o por mes. Con los cumpleaños tengo todos los fines de semana ocupados y en los días de semana, hay veces que tengo uno, dos o tres cumples. Así que salgo del Puerto y me voy corriendo para allá. Le apunto a eso, a estar tranquilo, a tener mejor calidad de vida y no depender de nadie nunca más. La verdad que me hayan echado del aeropuerto fue terrible y, de ahí, me juré no tener más un laburo fijo ni depender de nadie.
El heredero
-Noté en tus redes que el nacimiento de Juan Ignacio era muy deseado por ustedes, con máximo sentimiento puesto y mucho agradecimiento a la vida. ¿Puede ser?
-Es verdad. Con mi mujer hace 13 años que estamos juntos. E hicimos de todo: viajamos, disfrutamos, llegamos a comprar un departamentito y después nos quedaba el paso más importante, que era formar una familia. Fue hermoso. A Juani lo buscamos y se nos dio enseguida, de hecho durante tres meses ella no se había dado cuenta de que estaba embarazada… Cuando fuimos a la primera ecografía y sentimos el latido, nos pusimos a llorar… Lo disfrutamos muchísimo.
-¿Te moviliza, no?
-Sí, es la frase que se dice siempre: te cambia todo, te cambia la vida, no hay palabras para describirlo. Si tenés alguna amargura o un mal día, lo ves al nene y se te pasa todo.
-¡Como debe estar el abuelo, ex presidente de Estrella!
-¡No sabes! Re baboso. ¡Y la abuela también! Vienen todo el tiempo y lo disfrutan. El gordo es un sol, agradezco todos los días que esté sanito y que sea como es.
-¿Van a buscar a alguno más?
-No, mi mujer no quiere saber más nada. Cerramos la fábrica. Lamentablemente va a ser hijo único, porque a mí me hubiera gustado que tuviera un hermanito, pero ya está decidido.
Sigue tirando…
-Metiéndonos en el básquetbol, pasaste por Estrella, Barracas, 9 de Julio…
-(Interrumpiendo) ¡Y en Punta Alta!, que no fue un paso menor…
-¡Cierto, tenés razón!
-A mí Punta Alta me devolvió al básquet, porque me había retirado en 2012. Tuve el problema de hernia de disco, volví, jugué como el c…. y dejé de jugar. No me llamó más nadie hasta que, en febrero, me contactó Diego Isgro para ir a Ateneo. Pasé un año hermoso, con Pablito Kooistra de entrenador.
-Ese mismo año te pusiste la roja puntaltense.
-Claro, esa vez jugué para la Selección, algo que me dio mucha confianza. Al otro año me fui a Barracas, donde se dio mi primer ascenso: estaban Harina, el Chino (Trellini), Santillán, Palumbo (DT), una banda hermosa. Ahí es como que me cambió un poco la cabeza y fuimos a buscar el ascenso de Estrella en 2015, que era lo que siempre soñé y nunca se nos había dado, porque siempre perdíamos en playoffs… En 2016 volví a Barracas y ascendimos de nuevo, otra vez con Palumbo (DT) y estaba el Chino (Trellini) de vuelta, Seba Martínez, Montanaro, Núñez, un lindo equipo que le ganamos la final a 9 de Julio.
-Correcto, y en 2017 te cruzaste del lado de ellos.
-Sí, pero casi arreglo en Velocidad. Ese año Barracas decidió no participar de Primera, yo tampoco quería jugar en Primera y estuve a punto, a un día, de arreglar en Velocidad. Estuvimos hablando con Lucho Gabrielli porque había arreglado Palumbo y me quería. Me interesaba, es lindo club. Más allá de la rivalidad con Estrella, es un club de barrio y de buena gente. Pero ahí me llamó Andrés (Iannamico) para ofrecerme ir a 9 de Julio. Así que arreglé allá y también conseguimos el ascenso.
-Exacto, ¡tenés cuatro consecutivos!
-(Risas) Sí, pero nunca me animaba a jugar en Primera. Una era por el horario de laburo que tenía, eran raros, de noche y no podía entrenar siempre. Y la otra era que no quería saber nada con la Primera. Como todo jugador que nunca estuvo en Primera sentía que no estás preparado, tenía miedos a mi edad, ya era grande y le dije a Andrés que no iba a poder. Pero él me dijo que me quería tener, así fuera a algunos entrenamientos. Por lo que, con esa confianza, no podía decir que no. Así que pasé dos años hermosos en Primera y ahora volví a Estrella, pero la pandemia todavía no me dejó debutar (risas).
-Lo positivo es que dejaste una huella en cada lugar que pasaste, más allá de que Estrella sea tu casa.
-Sí, Estrella es mi segunda casa, como dicen todos. Voy a morir ahí, mi hijo va a jugar ahí…
-¿Es donde te vas a retirar?
-No sé, no cierro las puertas de ir a otro club para después volver. Pienso jugar hasta los 44, como hicieron el Flaco Lliteras o el Mili (Deminicis). ¡Olvídate (risas)! Me siento de 25, así que pienso en seguir jugando…
-¡Aun con las hernias de disco!
-(Risas) Mientras el físico me dé y no haga papelones… También tengo que negociar con mi señora, que se encarga más del gordo y que me banque de seguir llegando a las once de la noche. Voy a seguir jugando porque es lo que amo hacer y me desenchufa de todo. Toda mi vida la fui acomodando para poder jugar al básquet.
-Tengo data. ¿Quién te hizo debutar en Primera?
-El recordado Roque de Pascuale, que en paz descanse.
-Muy bien. ¿Y era exigente?
-Roque era un show. En la charla técnica antes de cada partido, era genial. Nos decía: “Vos tenés que marcar a este, vos al otro… Y, bueno, vamos, jueguen y que Dios los ayude” (risas)… Y las pretemporadas eran correr media hora la vuelta a la manzana, tiritos al aro y picón. Era un crack, otra época…
-¿Y qué te decía siempre Tito Santini?
-¡Ah, estás bien informado eh! (Risas). Me gritaba: “Sos indirigible, sos indirigible” (carcajadas)… Tito fue el mejor entrenador que tuve. Pero lejos. Era de otro nivel y no nos fue bien… Bah, en realidad, salimos primeros y nos eliminó el octavo…
-¿Te decía así porque no le hacías caso?
-Claro, no le daba bola. Me decía “hacé esto, jugá acá” y yo iba y la tiraba de tres. Era muy jovencito. De mí no podía pretender que sea un base que organizara y pensara.
Damián dice que jugará hasta los 44. Y puede ser…