Lo que uno observa del ser humano, a simple vista, es un envase. Todos en nuestro interior llevamos luchas, bondades o miserias. Hay que conocer a la persona para comprenderla y no juzgarla de antemano. De la charla con Federico Congos, por ejemplo, se puede aventurar que para afrontar ciertas cuestiones sintió que lo mejor era catalizarlo por el lado de las agujas, empuñaduras, puntas y cápsulas para tintas. Así comenzó a tatuarse de jovencito, con uno chiquito, hasta llegar a tener gran parte de su cuerpo dibujado hoy en día. Lo toma como una purificación. Y va por más, con algunas líneas ya planteadas en su pecho, aunque no siente que tocarse el rostro sea una posibilidad. El perimetral de 29 años, formado e identificado con Deportivo Whitense, actualmente se desempeña en Independiente. Y está activo en varias actividades más, como la de ser el propietario de la marca de indumentaria @kongoskastle. Pasen y vean…
En esta entrevista pudimos conocer el lado B de Federico Congos: además de actual perimetral de Independiente en segunda división, tiene el título de ser el más tatuado del ambiente basquetbolístico, trabaja duro en el Polo Petroquímico, lidera una marca de indumentaria, ama la fotografía y es super mascotero.
Su último par de meses fueron arduos en lo laboral, donde hubo parada de planta, días en los que la jornada se extendió hasta 12 horas, sea fin de semana o feriado y soportando varios hisopados en los fríos amaneceres, soportando el malestar por bastante tiempo.
“Se paga bien, pero hay que pasarlo… Estoy en la parte de almacén de materiales. Somos el nexo entre proveedores y la planta, hacemos el proceso de recepción para que el proveedor pueda cobrar, también almacenamos y proveemos para cuando vienen los mecánicos a buscar elementos. Es como un kiosco industrial”, enfatizó el portuario de 29 años.
-¿Cómo empezaste con el básquet?
-Fue a los 10 años, en Whitense. Y recién me fui a Comercial en 2013, cuando fuimos campeones de Segunda. Seguí en 2014, cuando descendimos de Primera… Primero la disfruté y después me puse triste (risas). Pero como experiencia estuvo linda.
-Pero estás identificado con Whitense.
-Sí, mi club es Whitense. Arranqué haciendo un año de escuelita e hice todas las menores ahí. No me fui hasta los 21 años.
-Ha progresado mucho el club.
-Sí, por suerte, tiene unos proyectos lindos que ya arreglaron con el consorcio del puerto: van a hacer una canchita de básquet 3 en el patio grande, a agrandar una auxiliar que hay atrás y también un estacionamiento al lado. Cuando se concrete, va a quedar buenísimo.
-¡Ojalá así sea! Luego de ese paso por Comercial, volviste a casa.
-Sí, volví. Y después me fui a Velocidad, donde estuve dos años. En 2020 tenía pensado volver a Whitense y estuve entrenando con Queti, hasta que vino la pandemia y al final no se jugó. Claudio (Queti) se pasó a San Lorenzo y le pedí de entrenarme ahí, pero terminé arreglando en Independiente. Todo un vuelterío (risas).
-¿Cómo se dio lo del viola?
-Todavía estaba practicando en San Lorenzo y no sabía bien qué hacer. El equipo se estaba armando y sabía que ahí no me quedaba. Después Musumeci estaba buscando a un jugador y creo que (Juan Cruz) Reschini le dijo de mí, que estaba sin club… Así que me llamó y arreglamos. Pero después apareció Claudio (Queti) diciéndome por qué me había ido y ahí hubo como un malentendido, porque él quería que me quedara y yo no lo sabía…
-¿Estás cómodo en Independiente?
-Sí, aparte estoy con el Ruso Bisterfeld con el que ya venía de Velocidad, está Hernán Cinti… Hay un lindo grupo. Y Musu como DT es un genio, comprende cuando uno no puede entrenar por el trabajo, es un tipo que te entiende y no tiene problemas. Sé que los chicos ya empezaron a practicar hace una semana, pero yo recién me incorporo ahora por el tema laboral. Estoy algo desactualizado.
-¿Cuánto más te imaginas jugando?
-Eso es muy difícil. Me lo estoy replanteando ahora a los 29, imagínate… La realidad es que a muchos nos complicó estos dos años parados, hacer cosas por zoom… A mí me costó un montón. A esta edad es un quiebre, porque si no sigo entrenando, no hay vuelta atrás… No tengo 20 años, salgo a correr y estoy de 10. Si bien no pienso dejar la actividad física nunca, la responsabilidad del horario para ir a entrenar pesa… Igual, estoy re manija de volver a competir.
Siempre hay lugar
-¿Sos el más tatuado del ámbito basquetbolístico?
-(Risas) Puede ser, ¿no? De los que estén jugando, sé que Sebita Martínez tiene todo un brazo todo tatuado y también mi amigo Nachito Ércoli…
-¡Pero vos, además, tenés toda la espalda y piernas!
-Sí (risas). Arranqué de muy chiquito, con cosas que fueron pasando y después los fui ampliando, digamos.
-Contame un poco sobre eso.
-Mi primer tatuaje fue a los 15-16 años, uno muy chiquito en la pierna, que es el que más significado tiene porque dice “mamá”. Y después se “desbarató” todo, porque me hice toda esa pierna siendo chico todavía. Y ahí seguí. Es como que nunca más quise hacerme tatuajes chiquitos, nada de un “simbolito”… Siempre fueron largas sesiones, con tatuajes que nunca se terminaban de hacer, con sesiones de líneas…
-¿Es un tipo de adicción?
-No, no lo creo. Para mí, es como una terapia. Así como a algunos le resulta terapéutico salir a correr, a mí me daba por ir a charlar con el tatuador que conozco de hace años, armábamos el diseño que me quería hacer y me la pasaba ahí. Siempre eran los sábados a la mañana, porque laburaba, jugaba o entrenaba. Estaba 3-4 horas, sufría un poquito y como que me iba descargado (risas).
-¿Te acordás cuántos tenés hechos?
-¡Uh! En cantidad, no sé. Tengo la pierna izquierda que va de la rodilla al tobillo y algunos en el muslo de la derecha también. Hay otros perdidos… Después tengo los brazos, la espalda y ahora me estoy haciendo en el pecho, pero me “colgué” un poco… (Risas).
-¡Ya te quedan pocos lugares!
-¡No te creas, eh! Todavía me quedan, no estoy tan tatuado…
-¿El enorme de la espalda qué significa?
-Es una máscara japonesa, una hannya. A mí me gusta mucho la cultura japonesa, en temas de tatuajes y demás… Viste que cada tatuaje significa una cosa, vos creés en eso y listo. La hannya representa unas caretas que utilizaban los soldados orientales, en su momento, para provocar más miedo. Pero del lado energético, sirven para repeler las malas energías. Y como estoy “enyetado”, me hice uno bien grande para no tener cerca ningún tipo de mala energía (risas).
-Bien grande y colorido, ¿cuánto estuviste para terminarlo?
-Lo que pasa es que, si sos constante, en un año lo terminás. Hacés sesiones cada 15 días y capaz que en 7-8 sesiones lo rematás. Yo tenía que coordinar muchas cosas para ir a las sesiones, como el tema de los partidos. Hacía una y, si jugaba tal día, me iba a doler, entonces la iba pateando… Tardé un montón en terminarlo. Como un año y medio. Y todavía me faltaría hacerle algunas cositas más de fondo, porque van como unas sombras atrás, que si quiero se las podría agregar, pero todavía no me lo planteé. Se podría decir que está terminado.
-¿Y para los brazos que elegiste?
-En los brazos también tengo un estilo japonés, que es lo segundo más grande que me hice, siempre con el mismo muchacho. En el otro brazo, hay una mezcla de varios tatuadores, algunos que me hice cuando era más chico y me los tapé (risas). Eso se llama cover, cuando te los tapás. Tengo un popurrí, un tradicional americano, como se le dice a algún estilo de tatuaje.
-¿En el pecho que se viene?
-Ya me hice las líneas, es un pájaro, una grulla grande. Pero solamente la hago de gusto, no tiene significado alguno…
-Me imagino que, el primer paso, es estar todo depilado.
-Sí, igual no te preocupes que sino te depilan ahí (risas). Agarran la hojita y listo, o un cuchillo, si caes peludo te depilan ahí, después agarráte… (Risas).
-¿Te arrepentís de alguno?
-No, si bien los tatuajes se hacen en un momento especial o son pensados, significan algo en lo personal. Me seguiré tatuando hasta que me dé. Pero hay lugares, como la cara, que no me voy a tatuar. ¡Bah! Eso lo digo ahora, en 10 años no sé… El cuello capaz que sí.
-¿Te faltaría el escudo de Whitense?
-Me lo haría porque me recuerda a mi infancia y engloba muchas cosas. Imagínate que nosotros, a los 10 años, estábamos con la pelotita, sentados en la tribuna o yendo y viniendo. Me representa un montón de cosas, no solo básquet: amistades, el barrio, la cuadra, el Coco Braschi, el kiosco de enfrente… Yo vivía a 3 cuadras del club, estaba todo el día ahí y si estaba cerrado estábamos en la vereda.
Kongos’s Kastle
-¿Entraste en el rubro de la indumentaria?
-Sí, hace ya un poquito más de un año, con mi amigo Luciano Castillo, que también ha jugado en Whitense cuando era chiquito. Es como un hermano para mí y compañero de trabajo. Con él arrancamos este emprendimiento. Hicimos una marca de ropa (Kongos’s Kastle) y la confeccionamos en White, porque la madre de Luchi tiene un taller de costura. Nosotros trabajamos en la moldería y los diseños, también basado en esa onda que te decía sobre los tatuajes, porque enlazamos a nuestra marca con los tatuadores. Si bien tenemos muchas prendas que son de nuestra marca, hay otras que son trabajos compartidos con ellos.
–¡Mirá qué bueno!
-Sí. El tema de trabajar con tatuadores es que nosotros diseñamos la prenda y el estampado, por ejemplo en serigrafía, es de un tatuador: decidimos qué podemos hacer, elegimos un diseño y vemos con qué puede quedar mejor, si una remera blanca, negra, gris o un buzo… La diseñamos en conjunto y hacemos una tanda de 40-50 prendas. Esa es la onda. Hasta ahora viene andando bien: hacemos remeras, musculosas, conjuntos y lo más nuevito son unos camisacos, tipo leñadoras, que es algo bien nuestro. El tema de trabajar con los tatuadores es que ellos mismos le dan publicidad a partir de su clientela, es lo más normal que nos compren ellos o alguien que le guste los tatuajes. También hay prendas más básicas, delicadas, con el nombre de la marca o algunos gorros de invierno. Hay una variedad…
-Vi en tus redes que también andas con carteras y cosas de cuero.
-Eso es tema de mi mamá. Trabaja con marroquinería hace un tiempito y a mí me gusta sacarle las fotos. Tengo por ahí una página, algo desactualizada, porque me gusta hacer todo lo que es contenido, videos y fotografías para algún emprendimiento. Le doy una mano con esas cosas. Tengo las cámaras para hacerlo. No es que haya estudiado, sino que es algo que me gustó siempre. Es un hobbie y le saco esas fotos que vistes en la página. De chiquito me gustó y quise ir a estudiar, pero era en un instituto privado y, de entrada, me pedían una computadora y una cámara, pero no tenía moneda para hacerlo.
El perro, fiel amigo
-Además, noté que sos muy perrero.
-¡Sí! En White la pasábamos mal… Mi mamá estaba en un grupo que rescataban animales y yo la ayudaba. Estábamos mucho con los mascoteros, pero el grupo se fue disolviendo y en un momento quedaron mi vieja, con otra señora y yo que les daba una mano. Mi vieja terminaba amargadísima, porque hay un montón de casos horribles, que hay que sacrificarlos, que esto, lo otro… Hemos rescatado tantos perritos que, en casa, llegamos a tener 15 y no había lugar para todos. Por ahí había una perrita alzada en la calle, que alguien la soltó, nosotros la castrábamos, la curábamos y la poníamos en adopción. ¡Pero algunos hace 15 años que están en mi casa (risas)!
-Claro, se terminan encariñando.
-Exacto, nos encariñamos y nos lo quedamos. Es más, en White, en nuestra vereda teníamos un banco para sentarnos y lo transformamos en dos cuchas. Pero… ¡mirá cómo es la gente!, que venía y dejaban una caja con un gatito o un perrito atropellado, lo que sea y lo abandonaban ahí, lo metían adentro… Entonces, llegó un punto en que no se pudo más, porque aparte había que cubrir todos los gastos…
-¡Me imagino!
-Es que nadie te da una mano. Con cinco perritos que tengas en condiciones delicadas, entre vacunas y lo otro, se sabe que no sale nada barato… Nosotros, en ese momento, del lado de mi hermano teníamos a un veterinario que nos daba una mano, porque entendía la movida en la que estábamos. Pero también era su trabajo y no queríamos que todo venga de arriba, sí alguna consulta como para guiarnos… Ahora mi vieja se mudó a Bahía y está un poco alejada de esas cosas, pero le abrís la cartera y tiene alimento, trapitos… Es algo que no se puede dejar.
-¿Vos te mudaste de White?
-Sí, hace unos años que estoy en el barrio Universitario. ¡Hice todo al revés! Porque jugaba en Whitense, trabajo en el Polo y me fui para Bahía. Tengo muchos amigos, relacionado con los bomberos o lo que sea, que no los movés de White.
-¿Cómo te ves en los próximos años?
-Qué pregunta… Hoy estoy priorizando la familia y el laburo. Más adelante confío en progresar con este proyecto de ropa que nos gusta mucho y le metemos, “craneamos” cosas hasta las 3 de la mañana y sé que nos dará frutos a más escala.
Fede Congos perpetúa cada instante de su vida con un tatuaje